Profesora

Dra. Mafalda Victoria Díaz-Melián de Hanisch

martes, 11 de mayo de 2021

Derecho romano en bibliotecas de abogados españoles en la época moderna (I)


Luis Alberto Bustamante Robin; José Guillermo Gonzalez Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdés;  Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto  Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Álvaro Gonzalo  Andaur Medina; Carla Verónica Barrientos Meléndez;  Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo  Price Toro;  Julio César  Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andrés Oyarse Reyes; Franco Gonzalez Fortunatti; Patricio Ernesto Hernández Jara;  Demetrio Protopsaltis Palma; Paula Flores Vargas ; Ricardo Matías Heredia Sánchez; Alamiro Fernández Acevedo;  Soledad García Nannig; Katherine Alejandra Del Carmen  Lafoy Guzmán



Derecho romano en bibliotecas de abogados españoles en la época moderna (I) 


 

Introducción 


La localización de la librería que perteneció a estos dos regidores ovetenses, coetáneos a los dos doctorales catedralicios más representativos de la segunda mitad del siglo decimoséptimo, Dr. Diego de Valdés Bango, avilesino, formado en la Universidad de Salamanca in utroque iure, y Pedro de Cienfuegos Argüelles, moscón, graduado en Cánones por Salamanca, casi un cuarto de siglo más tarde, permite introducir unas reflexiones sobre las mismas, mostrando la importancia de las fuentes justinianeas así como de la doctrina más autorizada, que deben ir precedidas de una síntesis biográfica del abogado-propietario respectivo.
Nos encontramos ante bibliotecas privadas que disfrutaban en Vetusta unos seglares, que al mismo tiempo eran docentes en el Estudio universitario. Tineo y Sabido estaban dedicados profesionalmente al ejercicio de la abogacía, además de desempeñar un puesto de regidor perpetuo en el ayuntamiento de la localidad, por lo cual unían la actividad política municipal con el asesoramiento y defensa jurídica ante los dos tribunales ovetenses, el secular del gobernador del Principado y/o juez ordinario de la localidad y el provisor de la audiencia eclesiástica, junto a la reflexión teórica sobre las fuentes legislativas, del Ius Commune y del Derecho patrio, característica e ineludible en las aulas universitarias, aunque hoy nos resultan ignotos sus manuscritos.


II. Datos biográficos de los licenciados Tineo Estrada y Fernández Sabido.


 A. Gregorio de Tineo Estrada era originario de la villa de Gijón1, pero muy pronto estuvo avecindado en la ciudad de Oviedo, dentro del perímetro de la parroquia de San Tirso el Real, intramuros de la capital del Principado. En ocasiones, el domicilio se adscribe en la calle de los Pozos2, mientras que en otras figura empadronado en la calle contigua de Jesús3, confinante con la anterior, y ambas extramuros de la localidad.


Poco después de mediada la centuria, Gregorio de Tineo figura como abogado ejerciente en la capital del Principado, y el 11 de marzo de 1669 contrajo matrimonio con Antonia González Mortera4:

In marg. Antonia Gonzalez Mortera y el licenciado D. Gregorio de Tineo Estrada. Velados. Lunes once dias de dicho mes de março de mil y seiscientos y sesenta y nuebe años se casaron por palabras de presente Antonia Gonzalez Mortera con D. Gregorio de Tineo Estrada estando presentes por testigos Don Pedro Gomez del Rrivero el menor en dias, y el doctor D. Diego de Sierra5 y el licenciado D. Juan de Castillo y Domingo Gonzalez procurador del numerod esta çiudad y por verdad lo firmo etc. Licenciado Pedro Garcia Pola. Rubricado.

De este matrimonio nacieron, entre otros, sus hijos legítimos María Gregoria6, el 29 de diciembre de 1669; María Josefa7, el 6 de diciembre de 1670; Inés8, el 31 de enero de 1672; Ignacio Antonio9, el 21 de noviembre de 1673; Catalina Teresa10, el 20 de octubre de 1674; Benita Antonia11, el 23 de noviembre de 1675; Francisco Antonio12, el 24 de noviembre de 1676; Benito Antonio13, el 5 de julio de 1679 y Gregorio Estebano, el 31 de diciembre de 1681 14.

Su buena reputación en el ámbito ciudadano ovetense explica que, ejerciendo como abogado en la localidad, pero sin vínculo institucional con el ayuntamiento, fuera elegido por el regimiento para desempeñar, entre otros oficios, el de juez de Llanera, así como el de juez de Vetusta, durante los años 1669 y 1670, en virtud de elección personal de los regidores ovetenses15.
Años más tarde obtuvo el título de un regimiento, merced a la renuncia de su cognado Francisco de Estrada Ramírez, que disfrutaba de ese oficio en virtud de título expedido el 26 de abril de 1640. Este munícipe solicitó de la Reina gobernadora, doña Mariana de Austria, que aceptara su renuncia al cargo, y al mismo tiempo que se lo otorgara al licenciado Gregorio de Tineo.
La Reina española, gobernadora por su hijo Carlos II, se lo expidió favorablemente el 16 de septiembre de 167516, lo que permitió que Gregorio de Tineo, “abogado y vezino desta ciudad”, pudiera presentarlo en el consistorio ovetense, para su toma de posesión, en sesión de la corporación municipal celebrada el día 9 de octubre de dicho año17:

Y aviendolo leydo y allado en toda forma se acordo se le diese la posesion de tal Rexidor con las calidades contenidas en su titulo al dicho Gregorio Tineo. El qual aviendo entrado, aviendo sido avisado por uno de los porteros, se le dio la posesion y asiento que le correspondia.

Este regidor18 y abogado falleció en Oviedo, el 17 de agosto de 1685:

In marg. Gregorio de Tineo. En diez y siete dias del mes de agosto de seiscientos y ochenta y cinco años se murio Gregorio de Tineo. Rrecivio los santos sacramentos. No testo. Dio poder a doña Antonia Gonzalez Mortera su muger para terciar y quintar en el hijo o hijos que quisiere açer por su anima. Enterrose en el convento de San Francisco desta ciudad y por verdad lo firmo. Licenciado Pedro Garcia Pola. Rubricado.

La esposa, Antonia González, falleció seis meses más tarde, el 25 de diciembre del mismo año19:

In marg. Doña Antonia Gonzalez Mortera. En veinte y çinco dias del mes de diziembre de seiscientos ochenta y çinco años se murio doña Antonia Gonzalez Mortera. Rrecivio los santos sacramentos. Testo ante Juan de la Cuesta escribano del numero desta ciudad. No entrego copia. de alguna clausula pia si dejo. Dicha difunta enterrose en el convento de San Francisco y por verdad lo firmo etc. Licenciado Pola. Rubricado.

Dada la infancia de algunos de sus hijos, y la menor edad de otra hija, la madre de los vástagos, Antonia González, había procedido previamente a otorgar un tutor-curador, nombrando para ese oficio a Juan Menéndez Cornellana, vecino de Gijón20, que se excusó, mientras el gobernador del Principado, Francisco Olivares, se la admitió, de modo que entró en el cargo de guardaduría un sustituto:

para no acetarla ansi por allarse prosimo hacer biaje a las provincia del norte, reyno de ingalatera y provincia de Irlanda adonde es preciso se detenga por mucho tiempo y allarse a mas de veinte meses con doña Leonor de Estrada su lejitima mujer del que responde enferma a mas de veinte meses en la cama, y dos ijos menores que asistir y otras ocupaciones lejitimas y estar distantes los bienes de dichos menores mas de seis leguas desta villa, y el gobernador lo tiene por excusado, al igual que al cura de San Martin de Salas, licenciado José Alonso de Valdés, por distar su parroquia de esta ciudad siete leguas y asistir a su curato espiritual, por lo que, a petición del capitan Juan de Tineo Estrada, juez ordinario de Gijón, a su hermano licenciado D. Sebastián de Tineo Estrada, cura de San Salvador de Deva en dicho concejo, como tutor de los hijos menores, y como curador de la hija mayor de catorce años y (responsable de los) diferentes vienes muebles y raices.

Sebastián de Tineo Estrada, acogiéndose a una de las cláusulas del título de regimiento concedido a su pariente consanguíneo Gregorio de Tineo21, otorgó una escritura notarial, ante el escribano ovetense Juan de la Cuesta, fechada en Oviedo el 4 de marzo de 1626, mediante la cual suplicó al monarca hispano Carlos II que extendiera dicho título de regimiento perpetuo en la capital del Principado a favor de otro hermano, nominado Juan de Tineo Estrada, durante el tiempo necesario para que alguno de los tres hijos varones del difunto, Francisco, Benito y Gregorio, alcanzara la edad legal exigida para desempeñarlo, o bien en el supuesto de que una de sus hijas, Josefa e Inés de Tineo Estrada, adquiría estado matrimonial, que permitiera su ejercicio a su consorte22:

Traslado de un rreal titulo de un oficio de regimiento desta ciudad ganado a pedimiento de D. Juan de Tineo Estrada por muerte del licenciado D. Gregorio Tineo…en el interin que los hijos tengan edad y las hijas o mujer tomen estado, lo ejerza. En el Buen Retiro (Madrid), a siete de mayo de 1686 23.

Es preciso recordar que el abogado ovetense, natural de la villa de Jovellanos, fue docente de Institutiones de Justiniano en la Universidad de Valdés Salas, y posteriormente asumió la regencia de otras cátedras en el mismo Estudio, aunque su muerte prematura impide observar la especialización de su carrera académica.


 

B. Francisco Fernández Sabido o Savido, nació en Selorio, concejo de Villaviciosa, el catorce de octubre de 165724:


In marg. Francisco. En catorce dias del mes de otubre de mil y seiscientos y cincuenta y siete años, yo Andres Gomez, cura de Selorio baptice un niño que se llamo Francisco hijo de Alonso Savido y de Maria Martinez su muger. Fueron sus padrinos Diego Favian y Maria Roiz muger de Domingo Martinez de Villar. No toco la madrina in sacro fonte. Firmolo ut supra. Andres Gomez. Rubricado25.

Ignoramos en qué fecha y a qué Universidad acudió para graduarse este asturiano, aunque tenemos la certeza de estar ejerciendo como abogado en Oviedo el año 1675, en cuya data contrajo matrimonio con la ovetense Eulalia de la Vega26:

In marg. Francisco Savido y Eulalia de la Vega. Velaronse. Juebes diez y siete dias del mes de otubre de seiscientos y setenta y cinco años. Se casaron por palabras de presente como lo manda la santa madre iglesia Francisco Savido y Eulalia de la Vega. Estando presentes por testigos Francisco la Vega padre de la contraiente y el licenciado D. Baltasar Martinez de Costales vecino de la villa de Villaviçiosa y por verdad lo firmo etc. = Licenciado Pola. Rubricado.

Un lustro más tarde, en 1681, como indica el padrón municipal ovetense, hecho a calle yta, ya se encontraba domiciliado en la capital del Principado, pero sin justificar la hidalguía27:

Calle de Santa Ana. Licenciado D. Francisco Savido abogado muestrese.

Este mismo año, a causa del fallecimiento de su primera esposa, el jurista maliayés contrajo segundo matrimonio con Francisca Antonia Cartavio Osorio28:

In marg. Don Francisco Savido y doña Francisca Antonia Cartavio. Muriose. En tres dias del mes de febrero de seiscientos y ochenta y un años se cassaron por palabras de presente como lo manda la santa madre yglesia y aviendo dispensado en dos pregones el señor provisor don Francisco Savido y doña Francisca Antonia de Cartavio, siendo testigos D. Toribio de Mier (dignidad canónigo de la catedral de Oviedo) y el licenciado Francisco Menendez Solis y D. Thomas Bernardo de Quiros (dignidad asimismo de la catedral ovetense) que les caso con mi lizencia estando yo presente y por verdad lo firmo y dichos testigos vecinos y estantes en esta ciudad = Licenciado Pola. Rubricado29.

El año 1681, con la simple condición de abogado en Oviedo, el regimiento de la capital del principado le otorgó el título de alcalde mayor del concejo de Llanera30, con lo cual inicia una actividad jurisdiccional, de forma coyuntural y sin vínculo institucional con el regimiento ovetense, merced a la confianza que los regidores ovetenses depositaron en su persona, a pesar de no ser originario de la ciudad y estar pendiente de justificar la hidalguía.
En virtud de un título de regimiento, fechado en la Villa y Corte, el 11 de junio de 1685, el entonces licenciado Francisco Sabido, obtuvo el oficio de regidor en el ayuntamiento ovetense, por renuncia de su titular, Gabriel de Noreña, ya que este último otorgó con ese fin una escritura pública, ante el escribano de número de Vetusta Juan de la Cuesta, con data del 26 de mayo de 1685. De este modo, vino a ocupar el oficio de regimiento que previamente había tenido en su cabeza Pedro de Peón Vigil, y este traspasó a Gabriel de Noreña31.
Su compromiso con el interés general y común del municipio se deja bien patente en la asidua presencia del abogado en las sesiones munipales, comenzando por la plenaria de regidores en la elección anual de oficios32.
El año 1692, para dar cumplimiento al requerimiento de los padrones municipales ovetenses, Francisco Savido presenta, al entonces gobernador del Principado, Bartolomé de la Serna Espínola, que falleció en Vetusta durante el ejercicio del cargo, una solicitud, para que autorizase la información de legitimidad y genealogía en la villa asturiana de Villaviciosa, con la ramificación en la feligresía de Selorio, que era uno de sus anexos y de donde era natural:

Informazion de higalduia del doctor don Francisco Savido vecino y rexidor de Oviedo de su Universidad, en virtud de despacho de D. Bartolome de la Serna Espinola del Consexo de S. M. de la Orden de Calatrava, alcalde de Casa y Corte y Governador y capitan general del Principado echa en el conzexo de Villaviziosa donde es orijinario. Año de 1692.

Dicha máxima autoridad política de Asturias aceptó la petición que elevó, en nombre del interesado, el procurador Luis de Peón Valdés, con data en Oviedo, el 14 de octubre de 1692, en nombre del doctor D. Francisco Fernandez Sabido, abogado, vecino y rexidor de esta ciudad y cathedratico Rexente de Decreto de la Universidad de ella”, argumentando
que en esta ciudad se esta tratando de hazer los padrones a calle yta entre los dos estados y para que en ellos se de a mi parte el estado que le corresponde.
La genealogía del interesado se expresa brevemente, y no alcanza más que a la segunda generación por vía paterna, aunque la suscribe el propio abogado, de modo que resulta sorprendente en algunas identificaciones que no concuerdan con los asientos de los libros parroquiales y municipales, ya que afirma que es hijo y de legítimo matrimonio de Diego Savido e Isavel Fernandez, pero nieto legítimo de Alonso Savido “vezinos unos y otro que fueron de Santa Eulalia de Selorio concejo de Villaviciosa”.

El jurista Fernández Sabido, en el libro parroquial de bautismos, correspondiente a la feligresía de Selorio, tuvo como generante a un individuo llamado Alonso, según la partida de bautismo y no Diego, tal como afirma el abogado y profesor, mientras la madre se llamaba María Martínez, muy lejos de Isabel Fernández, que expresa en su genealogía33.
Bartolomé de la Serna, gobernador de Asturias, “da comision para hazer informazion con zitazion y compulsorio”. En virtud de este auto, el escribano Fernando Montoto Miranda, que da fe del expediente, cita a Domingo de Cangas, vecino de Oviedo y empadronador por el estado general de los buenos hombres pecheros de la ciudad y sus arrabales, quien al estar ocupado en los padrones de la localidad, consiente que Francisco Sabido “la haga como mejor le conbenga y hecho de qualquiera papeles que trajiere y presentare se le de traslado de ellos para hacer la diligenzia que conbenga al Real patrimonio de su Magestad”.

El día 15 de octubre de 1692, Diego de Peón Solares, vecino de Villaviciosa, y “cuñado del doctor D. Francisco Savido”, pide al citado escribano que cumpla lo mandado por el gobernador, además de presentar unos testigos para que depusieran a su favor: Melchos de Valdés Solares, de 52 años, regidor de dicha villa asturiana y su concejo; Toribio Sánchez de Pardo, de la misma vecindad y 72 años de edad, y Juan del Campo, de 78 años, con el mismo domicilio. Todos los tres declararon bajo juramento, tal como señalaba la petición de Francisco Sabido, y a tenor de sus manifestaciones constó unánimemente que “es originario de la feligresia de Selorio”, e hijo de los que cita en su genealogía, cuyos padres como tal hijo “le ubieron, procrearon, criaron y alimentaron”. Para dar más autoridad a sus deposiciones, el susodicho procurador pidio la ratificación de dos nuevos testigos: el escribano Pedro Gómez de Villarmil y Domingo Ferrero, de 82 años.
Concluidas estas deposiciones, se llevó a cabo la certificación de padrones, para lo cual acudieron a las casas del ayuntamiento de Villaviciosa, el 16 del mismo mes y año, habiendo comparecido, a este fin, Bernardo de Valdés Hevia, juez ordinario por el estado de los caballeros hijosdalgo, junto al capitan D. Alonso de Balvín, regidor capitular del ayuntamiento y asimismo clavero, abriéndose el arca, que guardaba los padrones confeccionados a calle yta, con la tercera llave del escribano interviniente, reuniendo de este modo las tres llaves que eran precisas para ello.
El primero de los padrones examinados fue el fechado el 20 de noviembre de 1674, siendo juez por el grupo de los hijosdalgo Diego de Peón Solares, y por empadronador en dicha feligresía de Selorio, por el estado de los hijosdalgo, Diego Savido. En el mismo, se anota expresamente:

hay una clausula en dicho padron al folio 26 que dize: Diego Sabido y Francisco Sabido su hijo hijosdalgo.

Y en otro padron de la misma feligresía de Selorio, correspondiente al efectuado el 7 de junio de 1669, siendo juez por el estado de hijosdalgo Alonso de la Concha Miera, y empadronador de la feligresía de Selorio por el estado noble Fernando de Olibar,al folio 54, hay una clausula Diego Sabido hijodalgo, y en el folio 55 hay una clausula Alonso Sabido hijodalgo.
Todavía, en el traslado de un padrón, que se sacó del archivo de la Real chancillería de Valladolid, “por haberse enviado a la Sala de hijosdalgo el original”, se anota, con data el 1 de julio de 1603:

Alonso Sabido hijo de Diego Alonso Sabido hijodalgo

Vistos los precedentes, el gobernador asturiano dictó un auto, fechado el 3 de noviembre de 1692, en virtud del cual ordena que se entreguen los papeles referidos a los caballeros comisarios y empadronadores nombrados por la Justicia y regimiento por el estado noble de Oviedo, con asistencia del empadronador general de los hombres buenos pecheros, para que den a la parte del dicho doctor don Francisco Sabido el estado que le tocare y echo el escribano de ayuntamiento… le de el traslado y zertificacion que pidiere para en guarda de su derecho.
El 12 de mayo de 1693, dichos empadronadores pasaron los papeles al abogado capitular Dr. Toribio Solares, que era además era profesor universitario y regidor perpetuo de Oviedo, para que los examinase y diera su dictamen, exigiendo previamente al doctor Sabido que depositare doce reales.

Dicho letrado consistorial hizo su dictamen favorable al peticionario, sin reserva alguna y sin ambages:

De orden de los señores comisarios de padrones he bisto los autos hechos a pedimiento del doctor don Francisco Fernandez Sabido por los quales tiene justificada la lejitimacion de su persona y por la zertificacion de padrones del concejo de Villaviziosa la posesion de hijodealgo de si su padre y abuelo en conformidad de la Lei Real: mediante lo qual en esta ciudad en do al presente es vezino se le debe de dar el estado de hijodalgo. Firmolo, Oviedo y mayo treze de 1692. Doctor Solares. Ante my, Fernando Montoto Miranda. Rubricado.

Los padrones municipales ovetenses, a partir de 1692, recogen invariablemente condición de hidalguía, aplicada no solamente al abogado y docente universitario, sino también a sus hijos, aunque el padrón de la ciudad del citado año, donde se lee la vecindad del regidor en la calle de la Platería, intramuros de Oviedo, todavía no se le inscribe como hidalgo, y se le exige que lo muestre34:

Dr. D. Francisco Sabido Abogado y rexidor de esta ciudad muestrese para el primero y lo mismo D. Francisco y D. Diego sus hijos legitimos.

El asiento municipal cambia radicalmente en el padrón efectuado a calle yta del año 169835:

Calle de la Plateria… El doctor don Francisco Savido cathedratico en la Universidad desta ziudad regidor perpetuo y procurador general de ella y don Francisco su hixo hixosdalgo.

Esta anotación se reitera en los padrones de 170536, 171037 y 171738, finalizando sus huellas en 1722, ya que en este último solo se inscribe a la viuda del hijo, Manuela Muñiz Miranda39. El vástago varón del doctor Sabido, del mismo nombre que su progenitor, había fallecido en Oviedo el 7 de septiembre de 171840, y otorgó previamente testamento en la capital asturiana, ante Francisco Rodríguez de la Iglesia 41.
El antiguo catedrático de Instituta, que se promocionó más tarde en la Facultad de Cánones, desempeñando diferentes cátedras, a partir de la Regencia de Decreto, hasta alcanzar la de Prima, y que era natural de Selorio, falleció en la capital del Principado el 22 de julio de 172242:

In marg. Doctor D. Francisco Fernandez Sabido. A veinte y dos de julio del año de mil setecientos y veinte y dos yo el lizenciado D. Manuel Garcia Herrera cura de la parroquia di sepultura eclesiastica al cadaver del Dr. D. Francisco Sabido. Recivio los santos sacramentos. Hizo testamento ante Esteban Tejeiro escribano del numero de esta ciudad. Exhiviose ante mi y no fundo anniversario ni obra pia, y lo firmo. Licenciado D. Manuel Garcia Herrera. Rubricado.

El acto de última voluntad permite al testador llevar a cabo una pequeña memoria de su vida y creencias religiosas, al mismo tiempo que matizar la situación patrimonial que pudiera generar conflictos patrimoniales, a causa de su sucesión mortis causa, entre los descendientes de sus dos hijos, a saber, el varón que fue jurista, llamado Francisco, ya difunto, pero que dejó viuda con dos vástagos de corta edad, y la hija, casada, que había procreado un descendiente43: 

Yn Dei nomine amen. Notorio y manifiesto sea a todos los que la presente ultima y postrimera voluntad vieren como yo el doctor don Francisco Fernandez Sabido vezino y rexidor desta ziudad cathedratico de Prima de Canones en la Universidad de ella hallandome como me hallo enfermo de enfermedad que la Divina Majestad fue serbido de darme aunque sano de mi juicio y entendimiento natural temiendome de la muerte que es cosa prezisa a todo viviente he deseado y deseo disponer mi Alma poniendo mis cosas en estado para cuyo efecto creiendo comoc reo en el Misterio de la Santisima Trinidad Padre Hijo y Espiritu Santo tres personas distintas y una sola esencia, y en todo aquello que cree manda y confiesa la Santa Madre Iglesia católica Apostolica Romana e ymbocando como ymboco por mis intercesores y abogados a la soberana Reyna de los Angeles Maria Señora Nuestra santo de mi advocación Apostoles San Pedro y San Pablo y mas de la celestial corte para que pidan a la Divina Majestad se sirva no atendiendo a mis graves culpas si a su Divina misericordia colocar mi alma en su santa gloria a cuyo honor y reverencia hago y hordeno este mi testamento en la forma siguiente:

Primeramente encomiendo mi alma a Dios nuestro Señor que la crio y redimio con su preziosa sangre y el cuerpo a la tierra de cuya materia miserable fue formado.

Ytem quiero y es mi voluntad que si la Divina (Majestad) fuere serbido llebarme desta presente vida mi cadáver sea sepultado en la iglesia parroquial de San Thirso el Real desta ziudad en la sepultura que eligiere el señor cura párroco de ella y doña Manuela Moñiz Miranda yendo amortajado mi cadáver con el habito de Nuestro serafico padre san Francisco.

Ytem digo que toda la mas disposición de mi entierro y funciones lo dejo a cargo de dicho señor Cura y de doña Manuela.

Ytem mando a las obras pias lo acostumbrado, con que las aparto de mis vienes.

Ytem digo y declaro que yo estube casado de primero matrimonio con doña Eulalia de la Vega de quien no me ha quedado sucesión = Y despues de su muerte lo estube con doña Francisca Cartabio Osorio con quien tan solamente he rezivido doze mill y tantos reales y la caseria sita en el lugar de Ventanielles que no tubo aprezio alguno en cuyo matrimonio tube por mis hijos lexitimos y de dicha doña Francisca al doctor don Francisco Sabido y doña Maria Sabido a la qual case con don Manuel Gonzalez de la Concha a quien mande en dote por escriptura otorgada por testimonio del presente escribano la cantidad de maravedis y efectos que resultan de ella y una yegua que despues le entregue a preziada en dozientos reales vellon y tambien le ofrecí y di la caseria de Ventanielles que ba referida y uno y otro se lo entregue al dicho don Manuel como consta de los papeles y cuentas que se hallan en mi poder y ahora me pareze que en el ymporte de dicha dote y considerando la cortedad de mi hazienda no podra llegar su valor despues de satisfechos los gastos de mi entierro y funciones y deudas no podra llegar a ymportar la cantidad y efectos que como llebo dicho ofrecí y entregue en// dote a dicha mi hija y su marido.

Ytem digo y es mi voluntad que en todo lo que pudiera caver en mis vienes despues de satisfecho gastos de entierro deudas y lexitima igual a la del dote de dicha mi hija que corresponde a mis nietos hijos del dicho don Francisco mi hijo desde luego ofrezco y mando se de por via de legado a la dicha doña Manuela Moñiz todo lo que me fuere posible mandar a la susodicha.

Y para cumplir y pagar y ejecutar todo lo que llebo dispuesto dejo y nombro por mis testamentarios y albazeas al licenciado don Manuel garcia Herrera y a la dicha doña Manuela Moñiz Miranda a los que y a cada uno de ellos doy poder en bastante forma para que se entren en mis vienes y de ellos y su valor hagan se cumpla pague y execute lo que llebo dispuesto vendiendolos y rematandolos en publica almoneda a fee de ella para cuyo efecto les doy prorogo todo el tiempo que sea necesario sin embargo que se haya pasado o no el año y dia del albazeadgo y en el remanente que quedara de todos mis vienes y efectos ynstituyo y dexo por mis unicos y universales herederos a don Francisco y doña Incolaza Fernandez sabido mis nietos hijos del dicho don Francisco mi hijo hasta la concurrente cantidad con igualdad a la rezivida por el dicho don Manuel gonzalez de la Concha y si a unos y otros les pudiese tocar mas se parta y divida entre los dichos dos mis nietos y don Manuel Gonzales Concha hijo del dicho don Manuel y de la dicha doña Maria mi hija = Y con esto reboco annullo y doy por ninguno cualquiera otro testamento o testamentos que antes de ahora aya hecho por escrito, u de palabra que quiero no valgan ni hagan fee en ningun juicio salvo este que al presente hago y otorgo por mi ultima y postrimera voluntad ante el presente escribano y testigos que lo fueron llamados y rrogados para el efecto Matheo Antonio gonzalez Cipriano Muñiz y Joseph Fernandez de la Sierra y Joseph Fernandez Campa y Manuel Pantin Miranda vecinos desta ziudad a los quales y otorgante yo escribano doy fee conozco y que el susodicho se halla a lo que pareze en su sano juicio y entendimiento natural por el conzierto de las palabras con que pronunzio lo que lleba dispuesto no lo firmo por su achaque de perlesía y no poder juntar los dedos de la mano derecha firmaronlo a su ruego los dichos Matheo Antonio Gonzalez, Cipriano Moñiz y Joseph Fernandez Campa oy diez y ocho de julio deste año de mill sietezientos y veinte y dos: Y volvio decir y declarar dicho don Francisco Sabido que aunque lleba dicho pago a dicho don Manuel Gonzalez de la Concha en especie de dinero las cantidades que resultan de sus papeles aviendo recurrido su memoria siete mill y duzientos reales y otras que constaran de dichos papeles que podran llegar hasta onze mill y mas reales sin la caseria de Ventanielles. Testigos los dichos fecho ut supra44.

Tolivar Faes45, al estudiar los ciudadanos de Oviedo, que estaban empadronados en la localidad el año 1705, dedica atención singular a los dos nominados Francisco Fernández Savido, padre e hijo, identificando al primero como “doctor, regidor perpetuo”, que desempeñó la actividad de Comisario de la Cera, junto a otro regidor, además de venir nombrado “comisario para tomar la razón de los niños expósitos”. El descendiente, por su parte, de la misma vecindad paterna, “en las elecciones y sorteo de San Juan de 1705 salió electo y admitido por segundo Juez ordinario de esta ciudad y concejo”, a propuesta de D. Clemente Vigil, actuando como tal juez, por primera vez, el primero de julio, y reiterándosele la elección, en esta ocasión como juez primero, en 1708.
La pérdida del archivo universitario de Oviedo impide trazar una semblanza completa de sus curricula, formativos y docentes, aunque es incuestionable que Fernández Sabido obtuvo la promoción al doctorado en la Universidad ovetense, después de varios lustros de docencia en las aulas, así como su desempeño, al menos, en tres cátedras diversas: Instituta de Justiniano, regencia de Decreto y Prima de Cánones, lo que muestra la mayor especialización en esta última Facultad canónica, quizás debido al mayor peso profesional que las actuaciones en el foro eclesiástico tenían dentro del ejercicio profesional vinculado al oficio de abogado en Vetusta, por la extensión de la diócesis y la sede principal de la audiencia episcopal.



 III. Breve análisis de las bibliotecas de los licenciados Tineo-Sabido 


Por lo que afecta a la librería de D. Gregorio de Tineo, casi íntegramente jurídica, y predominantemente civilista, dada su formación como legista, con un relevante ejercicio profesional en la tarea de abogado, constatamos que el número de tomos que la integran se eleva a los doscientos nueve, lo que implica una bibliografía numéricamente muy superior a la generalidad de abogados que trabajaban en los Consejos y Reales chancillerías hispanas de esa centuria. 
Examinando los autores y títulos, observamos una representación, cuantitativamente numerosa, de la doctrina jurídica romano-canónica de la Edad Moderna, comenzando por el interés que muestra hacia los comentaristas del Derecho patrio, a partir de las glosas de Gregorio López al código alfonsino, juntamente con los diversos comentarios a las Leyes de Toro y a la Nueva Recopilación.
Puestos sus ejemplares monográficos en relación con las librerías pertenecientes a los doctorales ovetenses coetáneos, Dr. Diego de Valdés Bango, fallecido en 1680, y Pedro de Cienfuegos Argüelles, cuyo óbito se produjo poco antes que este legista, en diciembre de 1684, es notoria la mayor proximidad al primero de los dos citados, porque quizás fue un adquirente de parte de sus fondos, provenientes de la almoneda ejecutada entonces exclusivamente entre capitulares catedralicios, si bien que pasarían a su propiedad a través de un intermediario, lo que explica la reiteración de muchos títulos.
Esto no es óbice para que haya una múltiple coincidencia en sus fondos con los de ambos canonistas, incluso en ediciones completas y número de tomos que constituían las obras de muchos autores, los cuales formaban parte del reducido grupo de juristas, en aquel momento con gran renombre a nivel europeo, como observamos en el elevado número de volúmenes del portugués Agostinho Barbosa o con el italiano Prospero Farinacci.
También es preciso destacar que se mantienen en su integridad, sin que falten volúmenes de la respectiva obra, en los tomos pertenecientes a legistas y canonistas de la talla de Olea, Carleval, Postio, Valenzuela Velázquez, Gómez Bayo, Larrea, Tiraqueau, Hevia Bolaños, Calepino, los ocho tomos de Bártolo de Saxoferrato, Viviano, Castillo de Bobadilla, Castillo de Sotomayor, Cepolla, Julio Claro, Escobar, Espino de Cáceres, Gama, Grcía de Saavedra, Nicolás García, Antonio Gómez, Gomez Bayo, Luis Gómez, Juan Gutiérrez, Guzmán, Larrea, Mantica, Melo, Menochio, Luis de Molina, Pichardo de Vinuesa, Salgado de Somoza, Santo Tomás, Suárez de Paz, Rodrigo Suárez, Tonduto o Vela de Oreña.



 pesar de coincidir en múltiples fondos bibliográficos con los canonistas precedentes, no puede afirmarse que su composición sea fruto de una transmisión derivativa directa, por negocio oneroso o gratuito, inter vivos o mortis causa, de adquisición a título universal respecto de alguna librería perteneciente a otro asturiano de aquel tiempo, dado que las enajenaciones efectuadas en la almoneda del Dr. Valdés Bango tuvo múltiples compradores, y la biblioteca del Dr. Cienfuegos no fue objeto, al menos inmediatamente, de subasta, porque instituyó como su heredero al colegial de San Bartolomé, del mismo nombre que el doctoral, y entonces residente como becario en Salamanca, aunque años más tarde sería promocionado a obispo de Popayán, en las Indias Occidentales.


Como era usual en aquel momento, conforme al enfoque de estudio y reflexión científica de los juristas, tanto civilistas como canonistas, no podían faltar los textos legales, de Derecho civil, canónico y patrio, que constituían el punto de partida del análisis científico-jurídico, tanto para los tratados universitarios, como para los dictámenes e intervenciones ante los órganos jurisdiccionales.
En este aspecto, sobresalen las varias ediciones del Corpus Iuris Civilis, una de las cuales se especifica en seis tomos, que es la edición crítica de Lyon, con los comentarios de Dionisio Godofredo, o los tres tomos del Corpus Iuris Canonici, igualmente impresión de Lugduni, pasando por los tres tomos de la Nueva Recopilación, impresos bajo Felipe IV.
Un aspecto de extraordinaria importancia para valorar correctamente su librería es la presencia de los siete tomos y otros libros manuscritos que formaban parte de la misma, y de los cuales no se especifica ni su materia ni su autor. Es posible que se trate de algunos apuntes de clase, bien redactados por el propio Tineo Estrada, o más probablemente adquiridos de alguno de los canónigos que frecuentaron las aulas salmantinas a lo largo del siglo XVII, incluyendo a los dos doctorales precedentes que hemos referido, porque entre las obras impresas abundan profesores y alumnos del Estudio universitario de la ciudad del Tormes, incluyendo las figuras señeras de la centuria precedente, desde Antonio Gómez a Covarrubias, por citar dos bien conocidos, al igual que otros coetáneos de ese siglo, en el que se formaron los dos abogados asturianos.
Llama mucho la atención, en los fondos bibliográficos del legista gijonés, la presencia de algunos autores del Ius Commune, que no aparecen en juristas que estudiaron el Ius Civile en Salamanca, como Valdés Bango, puesto que entre sus monografías no se encuentra Baldo de Ubaldis, en tres tomos, aunque, por el contrario, se reiteran los ocho tomos de Bártolo, junto a otros legistas de la Edad Moderna, que no se describen en los inventarios precedentes de los doctorales que han sido objeto ya de nuestro estudio46. Esto demuestra la forma autónoma de incorporación de las obras, por parte de sus respectivos propietarios, aunque siempre se agregan en función de la actividad profesional que desarrollaba cada uno de ellos, y en el contexto general de sus monografías. 


 

B. Un dato de partida, en el estudio sumario de la biblioteca del maliayo Fernández Sabido, es su participación como protagonista en el inventario de la librería del abogado-regidor ovetense Gregorio de Tineo Estrada, porque el juez ordinario de la localidad, competente en los incidentes de la sucesión mortis causa del difunto legista, a la luz de los problemas jurídicos que derivaban de su desaparición, se lo encomendó, atendiendo no solo al oficio de abogado que ejercía en la localidad el jurista de Selorio, sino porque Francisco Sabido, al mismo tiempo, en ese momento era responsable, en el ámbito de la docencia universitaria, como catedrático de Instituta de la Universidad de Oviedo47.

La prolongada actividad profesional de este jurista en la ciudad, en cuyo Estudio universitario debió graduarse como bachiller en Leyes, le permitió proseguir la escolaridad en Cánones, obteniendo el grado mayor de licenciado en esta Facultad, y ello le permitió ascender al desempeño de las cátedras más relevantes dentro de la Universidad de Valdés Salas.
Este encargo académico, mantenido en el tiempo más de tres décadas, explica que su biblioteca, formada a lo largo de tantos lustros, sea no solo más numerosa que la de Tineo, en cuanto al número de los tomos que la integraban, ascendiendo a más de cuatrocientos, si consideramos solamente los fondos con un contenido estrictamente jurídico, a los que es preciso agregar, además, un centenar de obras, que tratan sobre materias muy diversas.
Si tenemos presente su formación en Gramática, era usual que en su librería se contabilizaran los textos pertenecientes a los autores clásicos latinos, como Suetonio, Ovidio, Séneca o Cicerón, algunos de los cuales se especifica que existe la versión en castellano, e incluso no faltan los que tienen varios ejemplares. Pero era preciso principiar con los diccionarios, a cuyo efecto no solo se cita el Calepino, sino también uno específico del griego, junto a las obras de Nebrija, sin olvidar las de algunos jesuitas muy reconocidos para la Gramática y Retórica.

De sus fondos, es preciso resaltar las múltiples biografías, antiguas y modernas, de personales seculares o eclesiásticos, o de relatos históricos. Entre ellas, destacan las que tratan de la vida de santos, como San Benito, San Francisco Javier y otros, junto a otras monografías de Historia antigua y moderna, tanto concernientes a la Península Ibérica, incluyendo algunas específicas relativas al Principado de Asturias, como las del Continente Americano, o del mundo oriental, sin olvidar los libros de Teología dogmática, Teología moral, Ascética y Espiritualidad en general, además de algunos de Medicina y Antropología, sin olvidar los de las ciencias de la naturaleza o de simple divertimento.
Sorprende en un jurista que acumulaba esa ingente cantidad de obras, la atención que dedica a la música, poseyendo una guitarra y medios para su buen estado de conservación a los fines de uso, pero también otros objetos de simple recreo.
La presencia de los tratados teológicos más significativos, elaborados por autores tan relevantes como Domingo de Soto, Santo Tomás, Tomás Sánchez o Azpilcueta, entre otros, muestra una línea de interpretación del Derecho muy en consonancia con la imperante en Salamanca desde la primera mitad del siglo XVI, conformando una doctrina teológico-jurídica muy peculiar de la Escuela, que trasciende el ámbito académico, y se plasma en obras impresas o dictámenes relativos a las materias más diversas.
El abogado y regidor Selorio muestra una doble característica en la librería: en primer lugar, sus fondos se adquirieron de manera esporádica y autárquica, por acumulación progresiva, lo que explica la repetición de autores, además de la presencia de muchas colecciones incompletas, especialmente en las obras de varios tomos; en segundo lugar, no hay una línea de orientación bibliográfica única respecto de los autores y obras, salvo la confluencia, en los estantes del letrado Sabido, de aquellos más significativos en su tiempo, reforzados con los de mayor aplicación inmediata en las tareas que exigía su ejercicio profesional, tanto para la docencia universitaria en el ámbito del Derecho como para el ejercicio de la profesión de abogado.

En el primer ámbito de ocupación, llama la atención los ejemplares de la Instituta de Justiniano, ya que no solamente se tiene en cuenta el texto justinianeo y una edición concreta, sino que se acumulan ediciones de diverso origen geográfico y orientación científica, así como no se olvidan algunas con los comentarios. Este pluralidad viene justificada por la tarea inicial que Fernández Sabido asumió en la Universidad de Oviedo, al responsabilizarse durante algunos cursos académicos de la enseñanza de las Instituciones, que era materia inicial, a lo largo de dos cursos, de obligada matrícula para legistas y canonistas.
Observamos, por otro lado, la doble ubicación de los libros pertenecientes al abogado de Villaviciosa, puesto que los estantes y sus libros se distribuyen en dos estancias diferentes dentro de la casa familiar. La librería más numerosa, y de contenido jurídico, está situada en los estantes de la sala de estudio, que era el lugar de trabajo ordinario del abogado, reservado para la actividad propia de Fernández Sabido, mientras que la bibliografía de lecturas muy variadas, y complementariamente algunos libros especiales de Derecho, como un Corpus Iuris y ciertas obras de juristas tan relevantes como Ramos del Manzano o Fernández de Retes, estaban en la sala alta del domicilio, que era el lugar destinado a la de reunión de los integrantes del grupo familiar.
Hemos podido constatar que una parte de los fondos bibliográficos que integran la literatura de materia variada provienen de los que originariamente pertenecieron a Cienfuegos Argüelles y, en otros, que son los más numerosos, de los que se enajenaron en la almoneda de Valdés Bango, de modo que no solamente se le traspasaron textos de Derecho, tanto de normativa como de doctrina, civil y canónica, a través de los primeros adquirentes, como compradores en la subasta.

Ello no impide que aparezcan algunos juristas, muy significativos en las corrientes de la Edad Moderna, que no aparecen en las bibliotecas de los dos doctorales antes citados, incluyendo los romanistas que tenían mayor relevancia en Europa, pudiendo destacar, entre ellos, a Hugo Donello y Antonio Fabro, ambos dentro de la corriente del humanismo jurídico europeo, crítico y sistemático. Sorprende, en cambio, que no se citen las obras de Andrés Alciato ni las de Jacques Cuyas, que estaban bien representadas en las librerías de los letrados capitulares Valdés y Cienfuegos, al mismo tiempo que desaparecen, casi totalmente, los comentaristas italianos de la Baja Edad Media, mostrando con ello una orientación metodológica muy concreta, a favor de la vertiente histórico-crítica de las fuentes.
Si comparamos los fondos bibliográficos en que coinciden las bibliotecas de Tineo Estrada y Fernández Sabido, vemos que son múltiples reiteraciones de autores y títulos, e incluso del número de tomos, además de constatar en Fernández Sabido que sus varias ediciones del Corpus Iuris, tanto Civilis como Canonici, incluyendo la impresión crítica de sus partes, y con las notas de Godofredo en el primer Cuerpo, era una constante en los juristas asturianos de aquel momento.
En ambas librerías, de Tineo y Sabido, podemos fácilmente verificar los nombres de muchos civilistas y canonistas, españoles y extranjeros de primer nivel, en consonancia con el resto de librerías privadas hispanas de aquel tiempo, como son los de Castillo de Bobadilla, Castillo de Sotomayor, Calepino, Cepolla, Claro, Costa, Covarrubias y Leyva, Díez de Ribadeneyra Noguerol, Pedro de Dueñas, Espino de Cáceres, Prospero Farinacci, Juan Pedro Fontanella, Juan García de Saavedra, Nicolás García, Gómez Bayo, Luis Gómez, Antonio Gómez y su adicionador Ayllón, Jerónimo González, Guillén de Cervantes, Juan Gutiérrez, Alfonso Guzmán, Hevia Bolaños, Sebastián Jiménez, Pérez de Lara, Larrea, Lasarte, Matienzo, Menochio, Molina, Muñoz de Escobar, Diego de Narbona, Núñez de Avendaño, Olea, Yañez Parladorio, Pichardo de Vinuesa, Barbosa, Pedro de Salazar, Salgado de Somoza, Tomás Sánchez, Tomás de Aquino, Suárez de Paz, André Tiraqueau, Tonduto, Valenzuela Velázquez y Vela de Oreña.

Una mínima comparación con otras bibliotecas de juristas foráneos al Principado de Asturias, pero especialmente vinculados a los tribunales superiores hispanos, permite observar que, por ejemplo, la biblioteca del abogado vallisoletano Iturrucha, datada en 1685, lleva al investigador de bibliotecas Barrio Moya 48 a constatar “que se componía de 93 títulos que hacían un total de 116 tomos”, y este número le permite sostener: “cifra relativamente alta para la época, habida cuenta de la cantidad de trabas de todo tipo que encontraba la producción literaria de la época”49.
Los volúmenes de dicha biblioteca conciernen a libros de historia, de ascética y mística, sermones, biografías, además de las obras relativas al Derecho y a la Jurisprudencia, en la que se enuncian los autores españoles y europeos de los siglos XVI y XVII más ilustres, como son los nombres de: “Castejón, Diego de Covarrubias, Alonso de Villadiego, Antonio Gómez, Cristóbal Paz, Luis de Molina, Nuñez de Avendaño, Valenzuela Velázquez, Alonso Olea, Jerónimo de Bobadilla, Juan Gutiérrez, Agustín Barbosa, etc.”50.

Casi una década más tarde, se inventaría y tasa la biblioteca de Juan Vallejo, relator de los Consejos de Guerra e Indias51. Está compuesta de 120 títulos, a los que se añadían “18 libros viejos de a cuarto”, junto a “6 en octavo, cuyos títulos no se mencionan”. Entre dichas obras se citan algunas de Literatura, con contenido religioso, o los Emblemas Morales de Sebastián de Covarrubias, también existente en Fernández Sabido, al igual que las obras de Antonio de Castillo, y de fray Juan Márquez, o las de Historia moderna, aunque la parte más importante “estaba destinada a las obras de Jurisprudencia”, en la que se refiren muchos nombres que son reiteración de los existentes en los abogados y regidores ovetenses, así como en los doctorales Valdés Bango y Cienfuegos Argüelles, como Julio Claro, Tomás Carleval, Muñoz de Escobar o Gómez Bayo, por citar algunos de los que no estan indicados precedentemente52.


 

IV. Conclusión


Asturias, a la luz de los datos que hemos recabado de los archivos ovetenses, y particularmente de estos dos abogados-regidores-docentes de Instituta en la Universidad de Oviedo, gozó de un grupo de letrados, no solamente eclesiásticos, sino también seculares, que además de integrarse en las aulas universitarias, compaginando sus tareas académicas con el ejercicio profesional, estuvieron constantemente actualizando sus conocimientos, mediante la adquisición de las monografías más autorizadas, tanto hispanas como foráneas. En su mayor parte eran adquiridas porque se consideraban útiles para su oficio, sin que el enfoque metodológico de estos estudiosos del Derecho y su aportación al mismo en el territorio del Principado de Asturias pueda reconducirse a un reducto cerrado de personas, ni identificar con una línea de formación trasnochada.

Sus cimientos formativos estriban en la sólida educación greco-latina, a la que contribuirán eficazmente los jesuitas desde 1681, tanto por lo que afecta al conocimiento directo de los textos clásicos como por la metodología utilizada en la transmisión de esos saberes, junto a una bibliografía selecta.

Sentadas las bases, los intelectuales asturianos, que cultivaron el Derecho, muestran una mentalidad abierta hacia otros campos del saber, especialmente relacionados con el hombre y sus valores, culturales y espirituales, asumiendo que las librerías no son meros acúmulos de textos monográficos, impresos y/o manuscritos, sino instrumentos de saber y medios para el mejor servicio hacia sus conciudadanos, además de soporte para el enriquecimiento personal.

Un último aspecto debe ser destacado, y se refiere al desempeño coyuntural que efectuaron los licenciados Tineo Estrada y Fernández Sabido, consistente en el oficio de juez, que ambos tuvieron en Vetusta por encargo de los regidores ovetenses, aunque no pertenecían a la corporación. Esta situación muestra, de un lado, la confianza que despertaban sus personas en el conjunto de los conciudadanos, incluyendo los munícipes, al mismo tiempo que la experiencia adquirida en la aplicación e interpretación del Derecho al caso concreto, muy en línea con la jurisprudencia clásica romana, a pesar de no ejercer institucionalmente el oficio juzgador, ni integrarse establemente en un tribunal colegiado, se trasladaría a la transmisión de sus conocimientos a los cursantes de las aulas de las dos Facultades jurídicas, en la que ejercían su tarea docente. 





 


La Universidad de Oviedo es una universidad pública ubicada en la ciudad de Oviedo (Asturias, España), con campus en Oviedo, Gijón y Mieres. La Universidad se fundó en 1608 a instancias de Fernando Valdés Salas y fue una de las diez universidades de España durante el siglo XIX. 

La fundación de la Universidad de Oviedo y su desarrollo en el siglo XVII




La creación de la Universidad de Oviedo fue posible gracias a la voluntad de Fernando de Valdés, arzobispo de Sevilla, inquisidor general y presidente del Consejo de Castilla, de acuerdo con su testamento y codicilos otorgados en 1566 y 1568.

La institución universitaria gozó de fuero por bula de erección, que junto con la de ejecución, fue dictada el 15 de octubre de 1574 por el papa Gregorio XIII. Ambas fueron expedidas en el mes de noviembre del mismo año. La institución académica nació bajo patronato del rey Felipe III, por súplica del propio Valdés, según se establece en la real pragmática suscrita el 18 de mayo de 1604. En ese mismo año, la real pragmática de Felipe III confirma la bula papal y el edificio es inaugurado solemnemente el 21 de septiembre de 1608, festividad de San Mateo.

Inicialmente, la construcción acogió los estudios de Artes, Cánones, Leyes y Teología con apenas un centenar de estudiantes y su funcionamiento se rigió por los denominados Estatutos Viejos, entregados a la universidad por los albaceas testamentarios de Valdés en 1607 y confirmados por el rey en 1609.

En el transcurso del siglo XVII, no sin dificultades, se van asentando los estudios en la academia ovetense. En 1618, se produce la primera modificación de los Estatutos y, en ellos, se incluyen cambios en la organización universitaria, que afectaban básicamente a las enseñanzas y a cuestiones relacionadas con el gobierno de la institución que no estaban recogidas en los estatutos primitivos. La penuria económica fue constante durante la primera mitad del siglo, aunque se vio ligeramente aliviada por el rey Felipe IV, quien otorgó nuevas rentas a la universidad y consiguió así la consideración de refundador de la Academia ovetense.

El esplendor de la Ilustración

Durante el siglo XVIII, la institución académica va a vivir, por primera vez en su historia, momentos de gran esplendor. El siglo se inaugura con un nuevo instrumento legal, promulgado en 1707, destinado a regir la vida académica, los llamados Estatutos Nuevos, que son, en realidad, un traslado de los citados Estatutos de 1618. Durante esta centuria, las ideas de la Ilustración tendrán un peso notable en la actividad académica y se traducirán en iniciativas del mayor interés.

El estímulo del Padre Feijoo

En 1709, llega a Oviedo como lector del monasterio benedictino de San Vicente fray Benito Jerónimo Feijoo. Su presencia en el monasterio y en la cátedra universitaria y sus contactos con gentes ilustradas de la ciudad constituyen un verdadero estímulo para la sociedad que lo rodeaba. Es aquí donde redacta dos de las obras más influyentes del siglo XVIII español: el Teatro crítico universal y las Cartas eruditas y curiosas, que dan gran renombre a Oviedo y a su universidad. Acompañado de otros monjes de San Vicente y de algunos más de otras órdenes religiosas, introduce en la universidad y en la sociedad asturiana las ideas ilustradas que años más tarde van a fructificar en logros espléndidos, alguna de los cuales, como la nueva biblioteca de la universidad y el plan de estudios de 1774, se vieron hechos realidad de la mano de otro asturiano ilustre, Pedro Rodríguez de Campomanes.

La nueva biblioteca de Manuel Reguera

Sobre la vieja librería universitaria, pobre de fondos y menguada de espacio, se va a levantar un nuevo establecimiento bibliográfico, plasmación de las más genuinas ideas ilustradas. Con el dinero destinado a la edificación de una biblioteca en el Colegio de San Matías, de la Compañía de Jesús, que los jesuitas rechazaron, Campomanes ordena emplear ese dinero en el establecimiento de una nueva biblioteca en la universidad. Las obras, llevadas a cabo con la aportación de la Junta General del Principado, comenzaron en 1765 y la biblioteca se abrió al público en 1770 con unos fondos selectos que se incrementaron considerablemente hasta finales del siglo. La recién creada biblioteca quedó instalada en los nuevos pisos levantados en los lados de mediodía y poniente, según proyecto y planos del gran arquitecto de la Ilustración asturiana, Manuel Reguera. Este nuevo espacio bibliográfico constituye la primera gran modificación del edificio universitario desde su fundación.

El innovador plan de estudios de 1774

La educación fue una de las grandes preocupaciones de los hombres ilustrados y a su reforma entregaron sus esfuerzos aquellos próceres, entre los que destaca Campomanes. Las reformas emprendidas por Felipe V y Fernando VI preparan el camino para las grandes transformaciones que iban a producirse bajo el reinado de Carlos III, la más importante de las cuales fue la entrada en vigor en 1774 de un nuevo plan de estudios, muy innovador en muchos aspectos, particularmente, en lo que se refiere a nuevos métodos de estudios y al cambio radical de los libros de texto hasta entonces utilizados en las cuatro facultades existentes. En 1786, se implantaron estudios de Medicina, con la dotación de dos cátedras por impulso del obispo Agustín González Pisador, que tuvieron una vida efímera ya que desaparecieron en 1806.

Mal comienzo, buen final

El siglo XIX empezó con mal pie para la Universidad de Oviedo y acabó con un protagonismo importante de la misma en el ámbito español.

La guerra contra los franceses afectó gravemente, a partir de 1808, a la institución académica ovetense. Durante una parte de este periodo, se suspendieron las clases, el edificio fue saqueado, se perdieron mobiliario y menaje y, sobre todo, quedó dañada la biblioteca, de la que desaparecieron los libros más valiosos y un excepcional monetario, que había sido propiedad de la Compañía de Jesús y había estado custodiado en su ovetense Colegio de San Matías hasta la expulsión de los jesuitas en 1767. A la grave pérdida de una parte importante de los bienes de la universidad, a causa de los acontecimientos bélicos, se añadió una mala administración de los caudales y propiedades de la institución. Por esa razón, el centro docente entra en un prolongado periodo de decadencia, acentuado por las disposiciones absolutistas dictadas por Fernando VII, quien consideraba que la Universidad de Oviedo era un centro peligroso porque en ella se impartían doctrinas contrarias a la monarquía y a la religión católica.

La universidad liberal

El fin del Antiguo Régimen y la implantación de las doctrinas liberales en España supusieron un cambio notable en la universidad española. La entrada en vigor, en el año 1845, de la nueva ley de enseñanza, conocida como Plan Pidal, dado que el entonces ministro de Gobernación era el asturiano Pedro José Pidal, primer marqués de Pidal, entrañó una reforma notable de las universidades. Se crearon nuevas facultades, se modernizaron otras, se potenciaron los estudios científicos y se tomaron medidas de distinta naturaleza, que hicieron más flexibles las instituciones de enseñanza.

En Oviedo, comienzan a cultivarse con más intensidad las disciplinas científicas, en íntima unión con las cátedras que impartían estudios de esta naturaleza en la Sociedad Económica de Amigos del País de Oviedo, y se crean los Gabinetes de Física, de Química y de Historia Natural, además de un Jardín Botánico importante, sin olvidar de la torre-observatorio construida algunos años más tarde por el rector León Salmeán y levantada en el lugar que ocupaba la antigua espadaña de la capilla universitaria. Aunque estos primeros estudios científicos instaurados a mediados del siglo XIX pronto quedaron suspendidos, los citados gabinetes y el observatorio siguieron desarrollando sus actividades y fueron el germen para que en los años finales del siglo los estudios de Ciencias quedasen definitivamente implantados en Oviedo. Después de la supresión de la Facultad de Teología y hasta la creación de la Sección de Ciencias en 1895, convertida en facultad en 1904, la única facultad existente como tal en Oviedo era la de Derecho, ya que la de Filosofía y Letras no impartía las enseñanzas completas y, en la práctica, las asignaturas cursadas en ella servían de disciplinas introductorias para la licenciatura en Derecho.

El grupo de Oviedo y la extensión universitaria

Con esa sola facultad, la universidad ovetense se hizo famosa en todo el país. En ella nació en los últimos años del siglo XIX un movimiento cultural y de renovación pedagógica de gran aliento, promovido por un claustro de profesores en cuya formación influyeron notablemente las ideas krausistas, inspiradoras de los principios pedagógicos vigentes en la Institución Libre de Enseñanza, fundada por Francisco Giner de los Ríos, sin olvidar elementos ideológicos de carácter regionalista y conservador. Los nombres más destacados fueron Leopoldo García Alas -Clarín-, Aniceto Sela y Sampil, Adolfo González Posada, Adolfo Álvarez Buylla, el alicantino Rafael Altamira y Crevea, Fermín Canella y Secades, Félix Aramburu, Víctor Díaz Ordóñez, Justo Álvarez Amandi, Guillermo Estrada y Rogelio Jove. Estos prohombres querían poner en práctica las nuevas ideas emanadas de la Institución Libre de Enseñanza. Estas ideas no solo se limitaban a la utilización de nuevos métodos pedagógicos dentro de la propia entidad académica, sino que pretendían, entre otras innovaciones, que la enseñanza saliese de los muros universitarios y se difundiese entre las capas más humildes de la población.

Esta doctrina, con su mensaje de cultura popular extendida a todas las clases sociales, que recibió el nombre de Extensión Universitaria, junto con un neohispanoamericanismo cultural de base histórica, son las notas dominantes del movimiento de renovación pedagógica que se desarrolló en la Universidad de Oviedo a finales del siglo XIX. El grupo de Oviedo, como se denominó a este conjunto de profesores renovadores, tuvo un eco enorme en ámbitos nacionales e internacionales, suscitando la admiración y elogio unánimes por su valentía a la hora de poner en práctica ideas tan innovadoras frente a la incuria cultural del país. La repercusión social de este fenómeno fue enorme, no solo en Asturias, sino en toda España, y esa modalidad de enseñanza popular se difundió rápidamente entre varias universidades del país, llegando su eco a las universidades de la América hispana.

Aunque algunas de esas grandes figuras de la Universidad de Oviedo se murieron pronto y otras se fueron a Madrid, por lo que puede decirse que el movimiento se enfrió a partir de 1910, nuestra universidad siguió gozando, a pesar de su pequeño tamaño, de notable prestigio en toda España, afianzado por la presencia cada vez más notable de la Facultad de Ciencias. En tiempos de la Segunda República, el centro ovetense seguía contando en su claustro con ilustres profesores en los ámbitos jurídicos, científicos y humanísticos y estaba dirigido por el rector Leopoldo Alas Argüelles, hijo de Clarín, el célebre escritor.

Un siglo convulso

La institución académica se ve afectada durante el siglo XX por dos acontecimientos históricos que marcan profundamente su desarrollo: la Revolución del 34 y la Guerra Civil. El siglo, que comienza con enormes pérdidas para la Universidad de Oviedo, culmina con una expansión consolidada en estudios y centros que se extienden desde la capital hasta los campus de Gijón y Mieres.

La universidad, pasto de las llamas

Las enseñanzas se concentraban en el viejo edificio universitario erigido a partir de 1574 y en el anejo pabellón de Ciencias, levantado en los primeros años del siglo XX. A este conjunto se añadía el Colegio de Niñas Huérfanas Recoletas y la adosada capilla de San Sebastián, erigida en la segunda mitad del siglo XVII y cedida a la Universidad por el ayuntamiento de la ciudad a fines del siglo XIX. El núcleo primitivo de la Universidad de Oviedo se completaba con el Colegio de San Gregorio, demolido al inicio del siglo XX, en cuyo solar se edificó la sede del Banco Asturiano. La mayor parte y la más valiosa de este primitivo campus universitario sufrió terribles daños el 13 de octubre de 1934, durante el levantamiento de los sindicatos y partidos de izquierdas contra el gobierno de la República. Solo el edificio de Ciencias se salvó de la destrucción.

 La universidad, como el resto de la ciudad, estaba en manos de los revolucionarios quienes hicieron del edificio un depósito de municiones. Ese mismo día, antes de que los revolucionarios abandonaran Oviedo, el fuego se apoderó del edificio universitario. A los enormes daños sufridos en el inmueble hubo que sumar la desaparición del patrimonio secular que la Universidad de Oviedo había ido atesorando desde su fundación, en los últimos años del siglo XVI, y desde la puesta en marcha de sus enseñanzas, en el año de 1608.

Las cicatrices de la Guerra Civil

Inmediatamente después de los sucesos de octubre de 1934, el Ministerio de Instrucción Pública tomó la determinación de acometer las obras de restauración del edificio universitario, para lo que encargó un proyecto al arquitecto José Avelino Díaz y Fernández-Omaña. Las obras se aprobaron con toda celeridad, el 22 de enero de 1935, y se vieron afectadas por el estallido de la Guerra Civil. Los impactos de cañones y de bombas de aviación produjeron importantes desperfectos en la construcción ya prácticamente rematada por lo que hubo que redactar nuevas memorias de reparación y llevar a cabo obras urgentes. 

Es destacable que la Universidad de Oviedo se instaló en el Casino de Navia mientras duró la Guerra Civil en Asturias. Con todos estos retrasos, el edificio principal no quedó habilitado hasta mediados de los años cuarenta, por lo que las clases y demás actividades académicas estaban repartidas por distintos edificios y pisos de Oviedo. También se reconstruyó el edificio del Colegio de Huérfanas Recoletas, aunque no la capilla de San Sebastián.

 Por lo que respecta al pabellón que albergaba la Facultad de Ciencias, hubo un proyecto para su restauración redactado en 1937. Se pensó instalar en él la Facultad de Filosofía y Letras mientras se acordaba construir un edificio para Facultad de Ciencias en el barrio de Llamaquique. Ese primitivo pabellón de Ciencias fue demolido finalmente en los años cincuenta y se construyó uno de nueva planta, según el proyecto de Francisco Casariego, concluido por Joaquín Cores.

La universidad adquirió, asimismo, numerosos bienes artísticos para recuperar el esplendor de la institución previo a los sucesos de 1934 y una exquisita biblioteca para reemplazar el antiguo establecimiento bibliográfico.

La expansión más allá de Oviedo

Una vez superado el peligro del traslado de los estudios universitarios a Santander, las autoridades pusieron en marcha la reconstrucción de la universidad y tomaron una serie de medidas que afectaron a la enseñanza. En 1939, se crea la Facultad de Filosofía y Letras, que se sumaba a las de Derecho y Ciencias, y se incorpora al distrito universitario de Oviedo la antigua Escuela de Veterinaria de León, convertida en Facultad en 1944. Asimismo, se vincularon a la universidad la Escuela de Administración Local y la Escuela Social.

 En 1958, se inauguraba en Llamaquique el edificio de la Facultad de Ciencias, primer centro que se separaba del núcleo universitario inicial, y que daba comienzo a un proceso expansivo que ha continuado prácticamente hasta nuestros días. A este edificio se sumaron otros en los distintos campus ovetenses, en el campus gijonés y en el de Mieres, para acoger las diferentes actividades docentes e investigadoras de la institución universitaria. La mayor parte de los edificios son de nueva planta, pero también se adquirieron inmuebles históricos de gran valor arquitectónico de los siglos XVIII, XIX y XX, entre los que destacan la ampliación del siglo XVIII del antiguo monasterio de San Vicente y el palacio de la familia Quirós Benavides.

Nuevos estudios y centros para nuevos tiempos

La gran eclosión de la Universidad de Oviedo se produjo en los años setenta del siglo XX. Por un lado, según lo establecido en la nueva Ley General de Educación de 1970, se incorporan a la Universidad centros hasta entonces ajenos a la misma, como las Escuelas Técnicas y las Profesionales, que en el caso de la Universidad de Oviedo eran la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Minas, la Escuela Profesional de Comercio y la Escuela de Magisterio en Oviedo, la Escuela de Peritos Industriales y la Escuela Profesional de Comercio en Gijón y la antigua Escuela de Capataces de Minas en Mieres. Por otro lado, nacen nuevos centros, la Facultad de Medicina, creada en 1968, fue el primero de ellos y le siguió la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales, en 1975, con lo que aumenta la dispersión universitaria en relación al núcleo histórico inicial, a la vez que se masifica en muy pocos años el número de estudiantes.

En el año 1976 se crea la división de Filosofía y Ciencias de la Educación, con tres secciones: Filosofía, Psicología y Pedagogía.

En 1982, la Facultad de Filosofía y Letras se desgaja en tres facultades diferentes: Filosofía y Ciencias de la Educación, Filología y Geografía e Historia. Esta situación permanecerá hasta el año 2009 en el que vuelven a agruparse los tres centros de nuevo en la Facultad de Filosofía y Letras, con la excepción de Ciencias de la Educación que se había erigido como facultad en 1994, apenas tres años después de la conversión de la especialidad de Psicología en facultad independiente. Por acuerdo de Consejo de Gobierno de 22 de diciembre de 2009, se creó la Facultad de Formación del Profesorado y Educación, en la que se integran la antigua Facultad de Ciencias de la Educación y la Escuela Universitaria de Magisterio.

Dentro de la Facultad de Ciencias, se puso en marcha en 1958 la Sección de Geología. La de Biología nació en 1961 con sede en León, que pertenecía entonces al distrito universitario de Oviedo. En 1968, acabaron creándose dos secciones dentro de la misma universidad, una de Biología General en Oviedo y otra de Biología Animal en León. Por orden ministerial de 5 de febrero de 1982, todas las secciones de la Facultad de Ciencias se convirtieron en centros independientes y así surgieron las facultades de Química, de Geología y de Biología.

En el campus gijonés se abrieron varios centros. Por un lado, en 1979, se establecía la oficialidad de la Escuela de Náutica de Gijón, que se convertirá posteriormente en Escuela Superior de la Marina Civil. La integración de esta en la Universidad de Oviedo, como ocurrió en toda España, se inicia con la ley 23/1988 de 28 de julio, para dar cumplimiento a lo que estaba previsto en la ley de Reforma Universitaria de 1983. Por otro lado, surge en 2010 la Escuela Politécnica de Ingeniería, resultado de la fusión de la Escuela Universitaria de Ingeniería Técnica Industrial de Gijón con la Escuela Universitaria de Ingeniería Técnica Informática y Telemática de Gijón y la Escuela Politécnica Superior de Ingeniería de Gijón. En ese mismo año, también se fusionaron las Escuelas Universitarias de Empresariales y Relaciones Laborales que se convirtieron en Facultad de Economía y Empresa.

La Escuela de Ingeniería Técnica Minera de Mieres se convirtió en Escuela Universitaria de Ingenierías Técnicas, con las especialidades de Minas, Forestales y Topografía. A esas titulaciones se unió la Escuela Politécnica Superior Guillermo Schulz para impartir el segundo ciclo de Ingeniería Geológica, ya en el nuevo edificio del Campus de Mieres, que se había levantado en 2002. Todas las titulaciones impartidas en Mieres se integran finalmente en la nueva Escuela Politécnica en el año 2009.

Otras fundaciones de Fernando de Valdés

Además de la Universidad, Fernando de Valdés fundó otras instituciones en la ciudad de Oviedo: el Colegio de San Gregorio, el de Niñas Huérfanas Recoletas, así como el Hospital de Estudiantes.

El Colegio de San Gregorio.

La creación del Colegio de San Gregorio fue pieza clave en la constitución de la Universidad de Oviedo. Este colegio fue una de las más importantes fundaciones de Fernando de Valdés, hasta tal punto de que la universidad asturiana nació como su extensión. Denominado los Pardos, por el color de la beca de los estudiantes que en él residían, el Colegio de San Gregorio, en un principio, estaba destinado al estudio de Gramática y Latinidad, a las que más tarde se añadieron otras disciplinas humanísticas. El acta fundacional tiene la fecha de 8 de enero de 1557, aunque ya llevaba largo tiempo funcionado y, en ese mismo año, se adquirió, para alojar el colegio, un edificio situado en las proximidades del solar donde iba a construirse el edificio universitario.

El Colegio de Niñas Huérfanas Recoletas.

El 28 de noviembre de 1568, Fernando de Valdés dispuso la creación de una casa de recogimiento y clausura para doncellas pobres y huérfanas, bajo el patronato del rector y del claustro universitario. Se eligió para su emplazamiento un edificio de la calle del Campo, contiguo a la Universidad, que hoy sigue en pie, si bien la fachada es el único elemento original que permanece. Esta institución asistencial no tuvo ninguna actividad hasta 1676, año en que se otorgan sus primeras constituciones y su existencia se prolongó hasta mediados del siglo XX.

El Hospital de Estudiantes.

Siguiendo la tradición de otras universidades, Fernando de Valdés fundó también un hospital para estudiantes, según consta en el documento redactado por los albaceas testamentarios en 1614. En este documento, se incluían la distribución de rentas y el personal que debía residir en el propio hospital.

Su funcionamiento fue deficitario, por lo que tanto sus rentas como su edificio fueron agregados al Colegio de Niñas Huérfanas en 1768, poniéndose así fin a su pobre existencia.

El Edificio Universitario.

El proyecto original del Edificio Histórico fue diseñado por el maestro Rodrigo Gil de Hontañón, arquitecto que ya había trabajado en las universidades de Salamanca y de Alcalá de Henares. Debido a la avanzada edad del arquitecto se produjeron varias cesiones en la dirección de la obra; primero, al maestro Juan del Ribero y, luego, a Diego Vélez. A causa de numerosos problemas y enfrentamientos entre los arquitectos y los testamentarios, las obras sufrieron un enorme retraso. En 1578, momento en el que se produjo la visita a Oviedo del hijo natural del fundador, Juan Osorio Valdés, se hicieron grandes cambios, que entrañaron la demolición de una parte importante de lo construido hasta entonces, lo que supuso una demora considerable en las obras. El edificio quedó concluido en 1590, aunque en los años siguientes se llevaron a cabo algunas obras menores que terminaron de rematarse con la ejecución del campanario y la pedrera, finalizada en 1609.

El edificio, tal como hoy lo conocemos, mantiene, a pesar de los cambios introducidos por Osorio Valdés, la idea de austeridad que preside el proyecto de Gil de Hontañón. Este arquitecto, formado en la tradición del tardogótico, evoluciona hacia soluciones con una impronta clasicista muy marcada y con una gran depuración de formas, que se observa con toda nitidez en la Universidad de Oviedo, donde la decoración se concentra básicamente en la portada principal, en la fachada secundaria, en las armas del Valdés ubicadas en los cuatro ángulos de la construcción y en el friso de rosetas y triglifos que recorre todo el perímetro del edificio.

Ciudad

Escudo de Oviedo (Asturias, España): Sobre un fondo de azur se pude ver la Cruz de los Ángeles engalanada con piedras preciosas, y siendo adoradas por dos ángeles en posición arrodillada. Todo ello rodeado por unos bordes plateados en los que se encuentra unas letras mayúsculas romanas que dicen: MUY NOBLE-MUY LEAL, en la parte izquierda, BENEMÉRITA, en la zona superior, INVICTA-HEROICA, en su lado derecho, para rematar con BUENA en su parte inferior. El conjunto de ambas cosas queda rematado con una corona real de oro y piedras preciosas.


Oviedo (en asturiano: Uviéu) es una ciudad española, capital del Principado de Asturias. Su origen se remonta a la Alta Edad Media —siglo VIII—, o incluso a antes, denominada en origen Ovetum. La ciudad es la capital del concejo homónimo (el equivalente asturiano del municipio) y forma parte de la parroquia de Oviedo.

Es el centro geográfico, universitario, religioso, político y administrativo de Asturias, sede de la Junta General del Principado, de sus instituciones, de la Universidad de Oviedo, del Museo de Bellas Artes de Asturias, de los Premios Princesa de Asturias así como de la archidiócesis de Oviedo. 

El concejo de Oviedo tiene una población de 220.543 habitantes (INE 2024), siendo el segundo de Asturias tras Gijón, del que se encuentra situado a unos 28 km; además está a 27 km de Avilés, formando junto a ambos concejos el área metropolitana central de Asturias que engloba a 800.000 personas y el denominado ocho asturiano.

Ostenta los títulos de «muy noble, muy leal, benemérita, invicta, heroica y buena» que figuran en el escudo del municipio y así lo recoge una placa situada en la fachada de la casa consistorial.

El concejo está regido por el Ayuntamiento de Oviedo, que cuenta con un pleno conformado por 27 concejales y es presidido por el alcalde de Oviedo.

HISTORIA

Para encontrar el embrión de Oviedo hay que remontarse al siglo VIII cuando dos monjes, Máximo y su sobrino Fromestano, quizás huyendo de la invasión árabe de toda la península, eligieron una colina del valle central asturiano, limitada por riachuelos, para fundar un monasterio en honor a San Vicente. Aquella zona era llamada entonces Oveto, un nombre cuyo significado originario se desconoce, pero en torno al que han ido creciendo las leyendas.

Una de ellas dice que el rey Fruela, considerado el monarca fundador de la ciudad, salió un día de caza junto a unos amigos. A la hora del almuerzo, el rey escogió un lugar idílico, un valle en la falda de un monte. Entonces, surgió una pregunta al monarca: Señor, ¿dónde vas a construir la corte de tu reino? Fruela, sin dudarlo, dijo entonces en latín: Ubi edo, “donde como”.

PRERROMÁNICO

A principios del siglo VIII España fue invadida por los musulmanes. Entre la escasa oposición que encontraron y las reyertas entre nobles visigodos, contrarios al Rey Rodrigo, en solo ocho años lograron ocupar prácticamente toda la Península Ibérica.

Tras la Batalla de Guadalete, en la que muere el Rey Rodrigo, algunos nobles visigodos marchan de Toledo y suben hacia los territorios del norte que, por su abrupto paisaje, aún no habían sido conquistados. Fue el caso de Don Pelayo, que llegó con otros nobles a Cangas de Onís en el año 717. Allí pasó 4 años preparando la Batalla que lo iba hacer pasar a la Historia, “La Batalla de Covadonga”. Quizás no haya sido una batalla tan grandiosa como tradicionalmente se ha contado, pero si se sabe con seguridad que tuvo lugar esa batalla, según consta en el Testamento de Alfonso II 'El Casto', siendo el primer lugar de la Península en el que se hicieron retroceder a las tropas musulmanas.

De ese modo surge un pequeño reino que poco a poco irá recuperando los territorios perdidos.

En el siglo VIII, según iba creciendo el reino astur, surgía la necesidad de trasladar la capital de ese reino de Cangas de Onís a un lugar más céntrico. Al Rey Fruela, Oviedo le pareció un buen lugar. Donde hoy se encuentra la Catedral del Salvador, comenzó a construir su palacio, pero una incursión musulmana, acabó frustrando sus planes.

Fue su hijo Alfonso II 'El Casto', quien años más tarde, funda la ciudad de Oviedo y traslada a ella la capital del Reino. Construye su palacio y tres iglesias donde su padre ya había comenzado el proyecto, también un hospital, canalizaciones de agua y una muralla.

De ese periodo se conserva la Cámara Santa, con la cripta de Santa Leocadia, parte de la torre de San Miguel y el ábside con ventana trífora de San Tirso.

Este Rey también construyó un conjunto palatino a las afueras de la ciudad, del cual se conserva la Iglesia de San Julián de los Prados, que tiene su interior totalmente decorado con pintura mural, siendo esta, la mejor conservada de Europa de ese periodo.

En la iglesia de San Julián se pueden apreciar las principales características de la arquitectura prerrománica: Planta basilical, transepto, ventana trífora en la cámara secreta, ventanas con celosías, contrafuertes en los muros, restos de la tribuna regia, etc.

A este Rey también se le atribuyen las construcciones de San Pedro de Nora en Las Regueras y Santa Mª de Bendones en las inmediaciones de Oviedo.

En cuanto a la orfebrería prerrománica que se custodia en la Cámara Santa, Alfonso II fue quien mandó realizar la Cruz de los Ángeles, hecha de madera y cubierta de oro y piedras preciosas, símbolo de Oviedo.

Tras 50 años de reinado, lo sucede en el trono el Rey Ramiro I. Pasó a la historia como el Rey constructor, tanto por los edificios que construyó como por las innovaciones arquitectónicas que se incorporaron en ese periodo.

Mandó construir los monumentos prerrománicos del Monte Naranco, Santa María y San Miguel de Lillo. Estos edificios se construyeron con gran esbeltez, estando además toda la planta abovedada.

También se construye en este periodo Santa Cristina de Lena, conocida por su iconostasis.

El último rey que tuvo su sede en Oviedo fue Alfonso III. Construyó su palacio y torre defensiva en las inmediaciones de la catedral y la plaza Porlier, aunque su obra más importante fue el Conventín de Valdediós en Villaviciosa.

A este Rey también se le atribuye la fuente de Foncalada, único monumento civil que se conserva en Oviedo y fue quien mandó recubrir la Cruz de la Victoria que Pelayo llevó en Covadonga, de oro y piedras preciosas, convirtiéndola en el símbolo de Asturias.

Tras su muerte en el año 910, sus hijos trasladaron la corte a León.

CASCO ANTIGUO

El casco antiguo de la capital asturiana es también el epicentro de la ciudad.

La historia de Oviedo nace en la falda de un monte, el Naranco, que aún hoy parece proteger a sus habitantes.

Bajo sus 635 metros de altura crece incesantemente la capital del Principado y es en su falda donde se guarda una de las mayores joyas de Asturias, dos de los mejores ejemplos del prerrománico asturiano, declarados en 1985 por la UNESCO “Patrimonio de la Humanidad”: Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo.

El Naranco, a tres kilómetros del centro de la ciudad, que fue campamento militar romano, residencia real o campo de batalla, continúa siendo hoy un referente para los carbayones, que no dudan en subir, bien para disfrutar de las increíbles vistas de la ciudad, bien para hacer deporte o comer al aire libre.

CASCO URBANO

Foto en contrapicado del emblemático rascacielos la Jirafa, adaptándose la planta del edificio a la confluencia de las calles, se trata de un edificio ennoblecido, elegante, obrio y gris a caballo entre el clasicismo y la modernidad.

La ciudad de Oviedo fue fundada en 761 sobre una colina situada en el cruce de caminos que unían, de norte a sur, León con Lucus Asturum, la actual Lugo de Llanera, pasando por el puerto de Pajares, y el que se dirigía al oeste en dirección a Galicia. La colina, en ese momento desierta, llamada Ovetao u Oveto fue ocupada por los monjes Máximo y Fromestano, quienes construyeron un monasterio que dedicaron a San Vicente -una placa recuerda esta ubicación-.

En torno a él se fue levantando la ciudad en una estructura redonda y limitada por varias puertas de entrada a la ciudad, “el Oviedo redondo”. Desde 2012 Oviedo se organiza en distritos que facilitan su gestión desconcentrada.

La arteria de la ciudad es la calle Uría. Una placa en esta vía recuerda el punto exacto donde se ubicaba El Carbayón, el roble centenario derribado en 1879, con bastante polémica y que, desde entonces da nombre al gentilicio popular de “carbayones y carbayonas”, para llamar a los ovetenses. Un pedazo del tronco de El Carbayón se conserva en el Ayuntamiento de la ciudad.

MUSEOS

El Museo de Bellas Artes de Asturias, ubicado en la calle de Santa Ana, es el gran museo de Oviedo. La colección del Museo de Bellas Artes de Asturias se formó originariamente a partir de los fondos de la antigua Diputación Provincial y del antiguo Museo de Pinturas de la Academia Provincial de Bellas Artes de San Salvador de Oviedo. Desde entonces se ha ido incrementando a través de adquisiciones, donaciones, legados, depósitos y daciones, entre las que destaca especialmente la dación en pago de la Colección Pedro Masaveu Peterson.

Gracias a todo ello, el Museo cuenta en la actualidad con una de las mejores colecciones públicas de arte de España, integrada por más de 15.000 piezas que abarcan desde el siglo XIV hasta el XXI y que incluyen nombres tan destacados como los de El Greco, Zurbarán, Ribera, Murillo, Goya, Sorolla, Piñole, Valle, Aurelio Suárez, Luis Fernández, Picasso, Dalí, Miró, Tàpies y Barceló.

A pocos metros, en la Catedral, se ubica otro de los grandes museos de la ciudad: el Museo de la Iglesia. Creado por el arzobispo de Oviedo, Gabino Díaz Merchán, se inauguró en 1990 y está situado en el piso alto del claustro catedralicio, de estilo barroco y construido sobre el piso bajo de estilo. Se accede al museo por la puerta lateral de la Catedral llamada "La Puerta de la Perdonanza" situada en el Tránsito de Santa Bárbara hasta el vestíbulo del museo situado en unas salas de origen prerrománico.

La visita al museo incluye la Cámara Santa de la Catedral donde se guardan las cruces de la Victoria y de los Ángeles, símbolos de Asturias y de la ciudad de Oviedo respectivamente, la Caja de las Ágatas y el Arca Santa que contiene un gran número de reliquias entre las que se encuentra el Santo Sudario.

También merece una visita el Museo Arqueológico de Asturias, ubicado en el antiguo claustro del convento de San Vicente de la ciudad de Oviedo. Este edificio, cuya rica historia lo relaciona con el origen de la ciudad, fue declarado monumento nacional en 1934. Ampliado en 2011, el Museo Arqueológico ofrece un recorrido al tiempo pretérito y permite conocer el devenir de la ocupación humana en el territorio de la actual Asturias a través de utensilios, armas y adornos realizados en distintos materiales.

A pocos metros de los monumentos prerrománicos de Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo, se ubica el Centro de recepción e interpretación del Prerrománico que permite al visitante realizar un recorrido a través de las distintas etapas del arte prerrománico, vinculadas a la propia evolución política del reino astur, entre los siglos VIII y X.

El municipio atesora rincones en los que la naturaleza es el mayor de los atractivos. Los meandros que el río Nora forma a su paso por el pueblo de San Pedro de Nora y hasta su unión con el Nalón en el embalse de Priañes, constituyen una formación hidrogeológica que bien merece una visita. Este Monumento Natural marca los límites entre los concejos de Oviedo y Las Regueras.

Otro de los rincones naturales dignos de una visita son las cascadas de Guanga o Buanga, con una ruta que parte del pueblo de San Andrés de Trubia, transcurre por bosques de vegetación autóctona y sigue el cauce del río Buanga, teniendo que salvar bastante desnivel en varios tramos, lo que nos permite disfrutar de unas maravillosas vistas del valle del Trubia.

También de gran valor y muy recomendable es el conjunto histórico de Olloniego, un complejo de edificaciones en el que se reúne una obra religiosa, una obra civil y una obra de ingeniería, vinculadas a un camino y a un manantial natural.

PARQUES

El municipio de Oviedo cuenta con 586 zonas verdes, lo que supone una superficie total de 2.211,030 m2 de parques y jardines. El pulmón de Oviedo es el Campo de San Francisco. Son 90.000 m2 de los que 55.000 son zonas verdes y en los que crecen casi mil árboles, algunos de siglos. La historia del Campo está unida a la historia de Oviedo, su origen se encuentra ligado a la construcción en el siglo XIII, de un monasterio franciscano levantado donde hoy se encuentra el edificio de la Junta General del Principado. El Campo fue en origen un conjunto de huertas propiedad del Cabildo, varios conventos y algunos particulares. En 1534 los representantes de la ciudad y el Cabildo catedralicio decidieron convertirlo en espacio de uso público y a mediados del siglo XVIII se abrió en el eje occidental del Campo, el Paseo del Bombé y en el siglo XIX se levanta el Paseo de los Álamos surge como avenida ajardinada paralela a Uría, cuyo mosaico, el del pavimento, es obra del artista Antonio Suárez.

El Campo de San Francisco tiene múltiples usos. Varias zonas infantiles lo convierten en recreo para los más pequeños. Esculturas y fuentes ornamentales, como La Fuentona y la Fuente de las Ranas o la del Caracol hacen de esta zona un lugar ideal para el paseo o la lectura sosegada. Merece la pena detenerse en el quiosco de la música (1899), obra de Juan Miguel de la Guardia, en la portada románica del viejo templo de San Isidoro o en esculturas como La Torera o los monumentos dedicados a José Tartiere, Clarín o Sabino Fernández Campo.

Sin embargo, es junto al estanque de los patos, donde se ubica la que es ya para muchos uno de los símbolos de Oviedo: “Mafalda”. Desde octubre de 2014 el célebre personaje creado por Quino, premio Príncipe de Asturias en aquel año, ‘contempla’ el estanque. Obra de Pablo Irrgang la escultura “es hermana” de otra ubicada en el barrio de San Telmo, en Buenos Aires.

Al margen del Campo San Francisco existen otras zonas que, debido a sus características, cuentan con la catalogación de “categoría especial” entre las que están: el Parque de Purificación Tomás (Monte Alto) y el Parque de Invierno.

El Parque de Purificación Tomás (213.667 m2) es el de mayor tamaño del concejo. Situado al norte de los barrios de Vallobín y la Florida, en una finca al oeste del Monte Naranco conocida como “Monte Alto”, fue inaugurado en el año 1991. Está asentado en un antiguo castro prerromano y se encuentra en un entorno excepcional y con buenas vistas tanto del Naranco como de la Sierra del Aramo. Dispone de parque infantil, caminos para pasear, merendero y zonas verdes. Además, pone a disposición de los amantes del deporte numerosas actividades como frontón, canchas polideportivas, pista de bicicletas, pista de voleibol y campo de disc golf.

El Parque de Invierno (171.368 m2), es el segundo de mayor importancia de Oviedo, atendiendo a su tamaño. Está delimitado al norte por la calle Muñoz Degraín y es el punto de inicio de la Senda Verde que va a Fuso de la Reina, por la antigua vía del ferrocarril junto al río Gafo. Cuenta con amplia variedad de especies botánicas y está configurado con equipamientos de diversa índole y para todos los gustos, como pista de skate, rocódromo, aparatos de gimnasia y circuito deportivo, área de juegos infantiles y mesas de ping-pong. Pero aún hay más, pues los más pequeños de la casa pueden disfrutar en el parque, del conocido Palacio de los Niños, una instalación municipal en la que se desarrollan diariamente juegos y actividades infantiles. Además a su lado hay varias piscinas municipales y a un paso, se encuentran las instalaciones deportivas universitarias próximas a la residencia estudiantil de San Gregorio.

Parque del Oeste y Santullano

Entre La Ería y Olivares, encontramos el Parque del Oeste (82.032 m2). En sus orígenes fue una zona rural, que hoy en día ha crecido de forma importante. Ello se debe a las mejoras de las vías de acceso traídas de la mano de la construcción del Estadio Carlos Tartiere, casa del equipo de fútbol local, al que se puede acceder de forma directa desde el parque. Pero además, si bajamos ladeando la llamativa fuente ornamental con distribución en terrazas que atraviesa el parque, llegamos fácilmente al barrio de la Florida a través de un complejo sistema de ingeniería a modo de pasarela-puente colgante.

En el barrio de El Milán, en una zona residencial creada en torno al campus de Humanidades de la Universidad de Oviedo, el Parque de Santullano, también conocido como de San Julián de los Prados (17.235 m2).

En el barrio de Santo Domingo, a escasos metros del casco antiguo está El Campillín, un parque en forma de triángulo, delimitado por las calles Padre Suárez y Arzobispo Guisasola, las cuales convergen en el simbólico kilómetro cero de la ciudad, por donde antiguamente accedían a la ciudad los peregrinos camino de la Catedral de Oviedo. El origen del Campillín, se remonta hasta la posguerra, cuando se construyó sobre un solar que dejó libre un bombardeo. Y hasta el siglo XVIII, era conocido como “campo de los Herreros” porque en sus terrenos se asentaba un mercadillo de objetos antiguos que atraía a un público de lo más diverso y que en la actualidad aún se mantiene los domingos por la mañana, como espontáneo rastro donde se pueden encontrar todo tipo de trastos, ropa de segunda mano... Cuenta con una recientemente remodelada área infantil y mesas de ping-pong

Y a menos de un kilómetro del Campillín, se encuentran los “ocultos” Jardines del Marqués de la Rodriga, conocidos como Jardines de la Rodriga (7.966 m2), que en todo caso, constituyen una escapada a la naturaleza y remanso de paz en plena zona urbanita de Oviedo. Los jardines fueron acondicionados en el año 2003 por el Ayuntamiento, tras su cesión por el Arzobispado. También es el caso del Parque del Hórreo en Colloto (13.350m2), que con abundantes especies botánicas permite disfrutar de un agradable paseo con bancos para descansar, mesas de picnic, piscina y pabellón municipal, así como juegos infantiles para los más pequeños.

En Trubia, se encuentra el Parque Cataluña (5.216 m2), donde además de los equipamientos habituales de parque infantil y paseo con bancos, hay pista polideportiva y mesas de futbolín. Mientras que en La Carisa, encontramos el Parque Ciudad de la Tampa (4.625 m2), en La Monxina, encontramos el Parque Enrique Quirós (4.241 m2) y por último en Priañes, encontramos el Parque Priañes (2.330 m2).

FIESTAS

El Día grande es el propio 21, festividad de San Mateo, el séptimo día después de la festividad de la exaltación de la Santa Cruz o inicio del jubileo de la Santa Cruz o de la perdonanza.

La historia de las fiestas mateínas en Oviedo es pues la de los peregrinos que visitaban la Catedral y cumplían los requisitos precisos para gozar de indulgencia plenaria. Como la perdonanza concluía el 21 era fecha de fiesta. En la actualidad el 21, es el Día Grande, el Día del bollo, en el que ciudadanos y visitantes ‘toman’ los parques y zonas verdes de la ciudad para comer el bollo preñao o bollo de chorizo. También el 21 se exhibe en la Misa en honor de San Mateo, que se celebra en la Catedral, el Santo Sudario de Oviedo (conocido popularmente como “el pañolón de Oviedo”), una reliquia de la Iglesia que guarda en la Cámara Santa de la Basílica ovetense y que se cree que cubrió el rostro de Jesucristo.

El Santo Sudario se expone, además del 21 de septiembre, el Viernes Santo y el 14 de septiembre.

En San Mateo, la fiesta va por zonas y por horarios, si bien son los chiringuitos, ubicados en la zona antigua, los que aglutinan a la mayoría de incondicionales de los festejos mateínos. La plaza de la Catedral acoge durante los días de fiesta, en torno a unos diez días en función del calendario, conciertos gratuitos y, a pocos metros, en la plaza de Feijoo se instala el escenario del Concurso de Rock Ciudad de Oviedo-Alejandro Espina, al que suben nuevos grupos asturianos. La plaza del Paraguas suele acoger recitales de pequeño formato.

La fiesta de la Balesquida suma siglos de historia. Sus orígenes datan del 1232, año en el que Doña Velazquita Giráldez donó sus bienes “a la cofradía de los sastres y a los vecinos y hombres buenos de Oviedo para distribuir entre los más desfavorecidos de la ciudad”. Desde entonces, los ovetenses celebran La Balesquida, siendo el Martes de Campo, el Día del Bollo, su acto estrella. Actualmente, la fiesta se hace coincidir con el martes de Pentecostés.

La fiesta de la Balesquida constituye una de las celebraciones más tradicionales y antiguas de la capital asturiana. No faltan en el programa de actos, el domingo anterior al Martes de Campo, el Heraldo, conocido también como ‘La Fama’, un jinete vestido de blanco a lomos de un caballo, que acompañado de una comitiva recorre el casco antiguo para llegar hasta la plaza del Ayuntamiento y solicitar permiso de la Corporación para celebrar la fiesta.

La Feria de La Ascensión o L'Ascensión es el homenaje de la ciudad al campo, con la que Oviedo reconoce la labor de los hombres y mujeres de la zona rural.

Esta tradición se remonta, al menos, al siglo XVI fecha en la que se documentan grandes certámenes ganaderos en la capital, con especial importancia de ganado caballar.

Se celebra unos cuarenta días después de la Semana Santa (abril o mayo) y en la actualidad, además de la feria de ganado, se incluye un mercáu astur, en la plaza de la Catedral y alrededores; venta de productos asturianos en La Losa, muestras y desfiles de folclore y un homenaje al “Paisano y Paisana del Año”. La fiesta, declarada de Interés Turístico Regional, conlleva un menú gastronómico propio compuesto por menestra del tiempo, carne gobernada al estilo de Oviedo y tarta de queso con cerezas.

Muchas de las fiestas que conforman el calendario ovetense tienen a la gastronomía como esencia. Reunirse alrededor de una mesa forma parte de la idiosincrasia del carbayón

El Desarme, una de las tradiciones culinarias y gastronómicas más antiguas de España, es buen ejemplo. Desde hace casi dos siglos, Oviedo lo celebra, cada 19 de octubre, comiendo garbanzos con bacalao y espinacas, callos y arroz con leche. Los restaurantes de la capital llegan a servir más de 10.000 raciones en un día.

La base histórica de las Guerras Carlistas ha devenido en leyenda épica con distintas versiones, que no restan mérito a la pacífica victoria que originó la fiesta del Desarme

La más aceptada asegura que allá por 1856 y a las afueras de Oviedo, uno de los bandos disfrutaba de una copiosa comida que tenía como plato principal garbanzos con bacalao y espinacas, descuido que aprovechó el enemigo para robarle las armas

Otra interpretación remite al 18 de octubre de 1836, cuando Oviedo logró repeler el más fuerte de los ataques carlistas, tras lo que la ciudad conmemoró su victoria con un menú compuesto por garbanzos con bacalao, origen del plato principal del menú del Desarme

Incluso hay una tercera versión. Se dice que los ovetenses, sin medios para afrontar un asalto a la ciudad, dejaron entrar a los enemigos y les invitaron "a una comilona" con el consabido y contundente potaje, que les llevó al sopor y a la siesta, momento que aprovecharon para robarles el armamento.




El Área Metropolitana de Asturias

El Área Metropolitana de Asturias​ es la conurbación de las áreas urbanas que forman los concejos de la zona central del Principado de Asturias en España.

 Ninguno de los municipios que la forman es con claridad su municipio principal, sino que tiene tres centros articuladores: Oviedo, Gijón y Avilés. Se trata, por tanto, de un área policéntrica, siendo la novena de España en número de habitantes.

El Ministerio de Fomento incluye 18 municipios en el área:Gijón, Oviedo, Avilés, Siero, Langreo, Mieres, Castrillón, San Martín del Rey Aurelio, Corvera de Asturias, Llanera, Carreño, Gozón, Noreña, Morcín, Riosa, Las Regueras, Ribera de Arriba e Illas.

Con datos del padrón municipal de habitantes de 2024, el Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana delimita las áreas metropolitanas como Grandes Áreas Urbanas (GAU). La de Asturias contaba con una población de 799.787 habitantes y con una densidad de población de 547 hab/km²

Históricamente se ha caracterizado por ser un importante foco industrial (industria metalúrgica, siderúrgica, farmacéutica, eléctrica...) del que ha heredado una importante red de ferrocarriles, con varias líneas de trenes de Renfe Cercanías entre los distintos núcleos y áreas industriales, que conforma actualmente un elemento vertebrador del área metropolitana junto con la autopista «Y», inaugurada en 1976, formada por el tramo Gijón-Oviedo de la Autovía Ruta de la Plata (A-66) y el tramo Gijón-Avilés de la Autovía del Cantábrico (A-8), y que ha permitido la comunicación entre las ciudades de una forma muy rápida. Otros municipios del centro (especialmente Siero) y los de las Comarcas Mineras (especialmente Langreo y Mieres) completan esta área. A esta autopista mencionada se unen además la Autovía Industrial (AS-II) que conecta más directamente Gijón, Llanera y Oviedo y la Autovía Minera (AS-I) que une los concejos de Gijón, Siero, Langreo y Mieres.

Retrato del arzobispo Fernando de Valdés Salas (1483-1568). Óleo sobre lienzo, 128 x 103cm. Cuadro situado en el Paraninfo de la Universidad de Oviedo.

Fernando de Valdés y Salas (Salas, Asturias, 1483 - Madrid, 9 de diciembre de 1568) fue un poderoso político y eclesiástico español, muy influyente durante el siglo XVI. Inquisidor general y presidente del Consejo Real de Castilla.

Biografía

Hijo de Juan Fernández de Valdés-Salas y Mencía de Llano y Valdés. Estudió en la Universidad de Salamanca y allí mismo también enseñó derecho canónico. Tuvo un hijo natural, el caballero don Juan de Osorio. Su hermano (o, tal vez, sobrino) Juan de Salas y Valdez fue un conquistador español que tomó parte de la conquista del Perú. Protegido por el Cardenal Cisneros, fue miembro del Consejo Supremo de la Inquisición (1516) y obispo de Elna (1529), Orense (1530), Oviedo (1532), León (30 de mayo de 1536) y Sigüenza (29 de octubre de 1536); desempeñó la presidencia de la Real Chancillería de Valladolid, y finalmente fue nombrado arzobispo de Sevilla (1546). Presidió el Consejo de Castilla y fue miembro del Consejo de Estado.

Como inquisidor general (1547-1566) nombrado por el mismo Felipe II dirigió el famoso proceso contra Bartolomé de Carranza (1559) aunque el arzobispo de Toledo acabará recusando al gran inquisidor, pasando su proceso a Roma. En 1561 redactó unas Instrucciones al Santo Oficio que se llevaron a imprenta en 1612. En 1566 guardó su título de inquisidor general, pero en realidad, Diego de Espinosa lo reemplazó.

Valdés fue el autor de uno de los más famosos y censores índices de libros prohibidos (1559); en él incluyó obras de Erasmo de Róterdam, fray Luis de Granada, San Juan de Ávila y san Francisco de Borja entre otros. Sus actuaciones como inquisidor se cobraron numerosas vidas en nombre de la Iglesia, de forma que fue recordado como uno de los inquisidores más fanáticos. Tomó medidas contra los conversos y moriscos y dirigió procesos contra los focos erasmistas y luteranos de Valladolid y de Sevilla.

Está enterrado en la Colegiata de Santa María la Mayor, levantada por sus padres en Salas, en un hermoso sepulcro en alabastro realizado entre 1576 y 1582 por el escultor manierista Pompeo Leoni, por encargo del duque de Alba.

Mecenazgo

Promovió la cultura mediante numerosas fundaciones. En Salamanca fundó el Colegio de San Pelayo y en su patria asturiana impulsó la fundación de la Universidad de Oviedo, para cuya construcción dejó una gran manda en su testamento, pero que todavía tardó cuarenta años en levantarse, iniciando sus actividades en 1608; contribuyó a la construcción de numerosos edificios culturales y asistenciales (Villa de Salas, Palacio de Valdés-Salas, Colegiata de Santa María la Mayor, adonde se trasladó su cuerpo tras fallecer; estos dos últimos son monumentos nacionales).

Existe en Oviedo un edificio que lleva su nombre, el Edificio Valdés-Salas, sede de la Escuela de Ingeniería Informática de la Universidad de Oviedo.

Fernando de Valdés y Valdés

Valdés y Valdés, Fernando de. Salas (Asturias), 1483 – Madrid, 10.XII.1568. Obispo de Elna, Orense, Oviedo y León, arzobispo de Sevilla, inquisidor general, presidente del Consejo Real de Castilla y de la Chancillería de Valladolid.

Biografía

Nació en una familia de hidalgos, afincada en varios lugares de Asturias y emparentada con las casas más importantes del Principado. Sus padres, Juan Fernández de Valdés y Mencía de Valdés, eran señores de Salas, y están enterrados en la iglesia de la villa, que su hijo había levantado como colegiata de Santa María y panteón familiar. El mismo templo custodia sus restos en un hermoso sepulcro, debido al escultor italiano Pompeo Leoni y restaurado después de los daños sufridos en la Guerra Civil de 1936 por el escultor asturiano Víctor Hevia.

Las primeras noticias documentadas sobre su vida le sitúan desde 1512 a 1516 en el Colegio de San Bartolomé de Salamanca, del que fue elegido rector durante el curso de 1514 a 1515. Habiendo conseguido la licenciatura en Derecho, entró en la familia de Cisneros y formó parte de su consejo hasta la muerte del cardenal. Como ocupación principal, colaboró en la redacción de las constituciones, llamada “nuevas”, del Colegio de San Ildefonso de la Universidad de Alcalá, que fueron promulgadas el 17 de octubre de 1517. Al final de su vida fue entrevistado por Alvar Gómez de Castro, primer biógrafo de Cisneros, a quien transmitió sus tenues memorias sobre la manera de ser y actuar del cardenal.

Cuando, a la muerte de éste, el emperador Carlos V nombró arzobispo de Toledo al joven flamenco Guillermo de Croy (23 de julio de 1518), Valdés formó parte de una misión toledana encargada de visitarle en Bruselas para exponerle la situación de la diócesis primada, que estaba a punto de ser desmembrada por la creación de dos nuevas, con sede en Talavera y en Alcalá. El proyecto no se llevó a cabo por decisión del Emperador, que no quiso menguar la jurisdicción y emolumentos de su protegido; pero éste falleció prematuramente, el 7 de enero de 1521, estando Valdés presente en su alcoba y firmando como testigo de su testamento. Mas la importancia del viaje hay que buscarla en la oportunidad ofrecida a Valdés de conocer de cerca la persona e ideas de Lutero, que por aquellos días iba a ser juzgado en la Dieta de Worms, donde Croy fallecía. Los acontecimientos siguientes parecen manifestar que no puso en ello especial interés; pues, mientras su compañero de viaje, el humanista Juan de Vergara, fue acusado, a su vuelta a España, de defender ideas erasmistas y luteranas, Valdés comenzó su carrera de ascensos, política y eclesiástica, y tardó algún tiempo en distinguir el protestantismo de otras corrientes heterodoxas de aquella época.

Cuando Valdés regresó a España en 1522 el emperador Carlos V le encomendó una visita oficial al Reino de Navarra, anexionado a Castilla desde 1512, pero especialmente agitado no sólo por la acción de los comuneros sino más bien por el intento de invasión que en 1521 había llevado a cabo el Rey de Francia, Francisco I, y la consiguiente represión a la que le había sometido el duque de Nájera, virrey de Castilla, que fue pronto substituido por el conde de Miranda, Francisco López de Zúñiga. La acción del visitador consistió en conocer, de acuerdo con éste, la situación de las personas, de los fueros y de las cuentas. El resultado de la visita fueron las Ordenanzas, hechas sobre la visita del licenciado Valdés, por el Emperador don Carlos y doña Juana, su madre, que se promulgaron el 14 de diciembre de 1525 y que estuvieron vigentes hasta la Edad Moderna.

La actividad de Valdés en Navarra debió de finalizar a principio del año anterior, porque el 27 de abril de 1524 fue nombrado miembro del Consejo de la Inquisición por el inquisidor general Alonso de Manrique. Comenzaba así una misión que le habría de ocupar de por vida, siendo tan sólo interrumpida durante los años de sus presidencias en la Chancillería de Valladolid y en el Consejo Real de Castilla. Durante este tiempo tuvo lugar la llamada Congregación de Valladolid, de 1527, que fue, en realidad, una reunión de veintisiete teólogos encargados de estudiar la penetración y difusión en España de la doctrina de Erasmo. Valdés asistió, como miembro de la Suprema, a algunas de sus sesiones, pero no se sabe que haya tenido notable influencia en su desarrollo. Como no se llegaba a ningún acuerdo, el inquisidor Manrique suspendió las sesiones el 13 de agosto, tomando como pretexto un brote de peste, pero queriendo evitar, como hombre comprensivo que era, una eventual condena del erasmismo español.

Este episodio, seguramente el más relacionado con la situación religiosa de Centroeuropa, fue precedido por la intervención de Valdés en un juicio sobre la brujería y seguido por su intervención en los procesos contra alumbrados. El primero tuvo lugar en 1525 cuando el inquisidor general sometió al examen de diez expertos los problemas que planteaban las brujas. Valdés expresó muchas dudas sobre la realidad de los fenómenos externos a ellas atribuidos; pero creía que debían ser castigadas en proporción al pecado o pacto interno que decían tener con el diablo, manifestando al respecto un buen conocimiento del derecho inquisitorial. De mayor trascendencia para la espiritualidad española fueron los procesos contra los alumbrados, que comenzaron sobre el 1530 y en los que resultó implicado el doctor Juan de Vergara, encarcelado tres años más tarde. Aunque Valdés no intervino en él directamente porque se instruía en el Tribunal de Toledo, no dejó de instar a los jueces para que agilizaran la causa, que no terminó hasta el mes de diciembre de 1535, cuando Valdés ya había salido de la Suprema, al ser nombrado presidente de la Chancillería de Valladolid.

Antes de producirse este nombramiento Valdés había sido presentado para obispo de Elna (la actual Perpiñán) el 3 de mayo de 1529, siendo consagrado en la iglesia de San Jerónimo, de Madrid, el 18 de octubre del mismo año por Francisco de Mendoza, obispo de Zamora y antes de Oviedo. El 12 de enero de 1530 le trasladaron a Orense y el 1 de julio de 1532 pasó, por fin, a la diócesis asturiana. De su presencia en Elna no hay noticias; más consta que visitó y ejerció su jurisdicción en Orense, donde hacía más de cuarenta años que no habían puesto pie los obispos. Con todo, su diócesis privilegiada fue Oviedo, “unas Indias que tenemos en España”, donde promovió la reforma eclesiástica, convocó sínodo diocesano (1533) y mandó imprimir breviarios para los curas (1536) según el rito de la catedral. Aunque desarrolló su labor a través del provisor Diego Pérez, visitó el obispado en la primavera de 1535 y residió en él por tres meses. Su predilección por Oviedo se manifestaría años más tarde en los legados y fundaciones que dejó en la ciudad. Entre ellos destacan el Colegio de San Gregorio (1534/1557) y la Universidad Literaria (1566), si bien en ésta no comenzaron las clases hasta 1608.

La actividad de Valdés como presidente de la Real Chancillería de Valladolid no ha sido estudiada sistemáticamente, pese a la abundante documentación que encierra su archivo sobre pleitos suyos y de sus familiares en época posterior. Consta, sin embargo, que mantuvo un litigio con el regidor de Valladolid, Rodrigo Ronquillo, por motivos de competencia en el orden público de la ciudad, y con el escultor Alonso de Berruguete, que, por sus empeños artísticos, descuidaba el cargo de escribano que tenía en la Sala del Crimen.

Valdés dejó la Chancillería de Valladolid al ser nombrado presidente del Consejo Real y preconizado obispo de León, cosas que ocurrieron en la primavera de 1539, pues en calidad de tal presidió las exequias de la emperatriz Isabel, que había fallecido el día 1 de mayo, si bien el nombramiento para León no se publicó en consistorio hasta el día 30 del mismo mes. Esta fue una diócesis literalmente de paso porque, el 29 de octubre del mismo año, fue trasladado a Sigüenza, donde tomó posesión el 17 de enero de 1540. La cercanía a Madrid y a Valladolid, ciudades donde tuvo su sede el Consejo, le permitieron celebrar la Semana Santa en su diócesis y ocuparse de los negocios en curso, que llevaba directamente su provisor o vicario Miguel de Arévalo. Aparte los acuerdos con el Cabildo en temas de jurisdicción y de cuentas, se le considera animador de las obras de la Catedral en la sacristía plateresca y del palacio-fortaleza en que fue convertida la antigua alcazaba. La diócesis de Sigüenza, a semejanza de la de Oviedo, también fue tenida en cuenta en las mandas de su testamento.

Valdés asumió el cargo de presidente del Consejo Real en un momento difícil, porque Carlos V se encontraba fuera de España y había dejado al anterior presidente, el cardenal Juan de Tavera, como gobernador del Reino, colocando a personas rivales entre sí al frente de otros Consejos. Valdés, que se inclinaba al partido del secretario imperial, Francisco de los Cobos, tuvo fuertes tensiones con su antecesor, hasta que, muerto éste, asumió sus funciones en 1541.

Desde entonces le tocó la difícil misión de mantener la concordia entre los ministros del Rey, tomar medidas extraordinarias en años de miseria y de hambre, proteger los beneficios eclesiásticos de la ambición de clérigos extranjeros y defender las costas de la Península contra la piratería y los desembarcos hostiles (ingleses y turcos). Pero puso su principal empeño en la guerra contra Francisco I, cuarta contra Francia (1542), que le llevó a ocuparse del reclutamiento de los soldados, del aprovisionamiento de víveres, así como de mantener el equilibrio de la política hispana en los Países Bajos y, sobre todo, en Italia.

La actuación de Valdés en la Presidencia del Consejo le granjeó el aprecio del príncipe Felipe, que influyó en el ánimo de su padre para presentarle a la sede apostólica como arzobispo de Sevilla e inquisidor general. El nombramiento para Sevilla se publicó el día 8 de octubre de 1546, mientras se retrasaba el de la Inquisición hasta el 20 de enero de 1547. Sevilla era, después de Toledo, la diócesis más importante de España. Los problemas más graves del clero se presentaban en el Cabildo catedralicio, con el que Valdés mantuvo fuertes tensiones, pues el arzobispo Manrique había admitido entre los canónigos personas de ideología reformista, que fueron acusados de luteranos ante la Inquisición sevillana. Tales fueron los procesos de Egidio —Juan Gil— (1549) y del doctor Constantino (1557), que terminaron en la condena del primero y en la muerte incidental del segundo. Para hacer frente al de Egidio, Valdés se trasladó personalmente a Sevilla, donde permaneció más de un año; pero el segundo lo encomendó al obispo de Tarazona, Juan González de Munébrega, y a su provisor Juan de Ovando. Aunque su pastoral en la diócesis andaluza tuvo otros focos de atención, como la reforma del clero según las “Constituciones” del 1512 y la impresión de libros litúrgicos hispalenses (Breviario en 1554 y Misal en 1558), adquirió un matiz inquisitorial muy concorde con el cargo que el arzobispo desempeñaba en la Corte.

La actuación de Valdés al frente de la Inquisición General abarcó todos los campos, comenzando por la reorganización de la Suprema y de los Tribunales de los distritos, poniendo al frente de ellos personas de su confianza y manteniendo la unidad procesal a base de “cartas acordadas”, que cristalizaron en una nueva Compilación de las Instrucciones del Santo Oficio (1561), que estuvieron vigentes hasta que fue suprimida la Inquisición. Prestó especial atención a la ortodoxia de la doctrina y a la propaganda de los herejes arbitrando medidas contra los libros, que dieron lugar a la Censura de Biblias de 1554, y a los Índices de Libros prohibidos que se publicaron en 1551 y en 1559, el último de los cuales se convirtió en punto de referencia para los que se compilaron después, a pesar de incluir obras importantes de la espiritualidad española.

Reprimió con vehemencia los brotes de “luteranismo” que se descubrieron en Sevilla y en Valladolid en 1558 y que culminaron en los autos de fe de 1559 a 1561, en los cuales fueron condenadas a morir en la hoguera unas doce personas. El mismo año 1559 comenzó el famoso proceso contra el arzobispo de Toledo, fray Bartolomé Carranza, acusado de alumbradismo y luteranismo por los condenados de Valladolid. Aunque Carranza recusó a Valdés como juez en su causa, vertiendo sobre él toda clase de imputaciones, no pudo anular su influencia en la marcha del mismo por su condición de inquisición general. Y, aunque la causa fue avocada a Roma por el papa san Pío V en 1567, Carranza fue condenado “por sospecha vehemente de herejía” en 1576.

Lo enojoso de la causa de Carranza y la deteriorada relación de Valdés con Felipe II determinaron que éste cayera en desgracia del Rey, que quería mandarle a Sevilla para que impusiera allí el Concilio de Trento. Aunque Valdés no llegó a salir de Madrid, perdió toda influencia en la Inquisición española al ser nombrado inquisidor coadjutor, con plenitud de poderes, el cardenal Diego de Espinosa, presidente del Consejo Real. Valdés falleció el 9 de diciembre de 1568, y su cadáver fue transferido a la iglesia de Santa María de Salas en un solemne cortejo. Dejaba un hijo natural secreto, Juan de Osorio, señor de Horcajo de las Torres (Ávila), y un testamento repleto de bienes, que daría ocasión a numerosos pleitos entre sus familiares y los titulares de sus fundaciones.

Bibliografía

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