Clío.
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Musa Clio de Bernhard Rode.
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Clío, en la mitología griega, era la musa de la historia y la poesía épica. Era una de las nueve Musas, hijas de Zeus, el rey de los dioses, y de Mnemósine, la diosa de la memoria. Las Musas eran consideradas las diosas inspiradoras de las artes y las ciencias, cada una con un área específica de influencia.
Clío a menudo es representada con varios atributos que simbolizan la historia y la escritura. Sus representaciones clásicas incluyen:
- - Pergaminos o libros: Símbolos de la grabación histórica y la narración.
- - Una trompeta: Utilizada para proclamar y celebrar las hazañas épicas.
- - Un cofre de libros o una tablilla de escritura: Indicativos del conocimiento y la documentación histórica.
En muchas obras de arte, Clío es retratada como una joven elegante, que a menudo lleva una corona de laurel, símbolo de gloria y éxito.
Como musa de la historia, Clío era invocada por los historiadores y los escritores épicos para obtener inspiración y memoria en su labor de registrar los eventos pasados. Su nombre deriva del verbo griego "kleo", que significa "hacer famoso" o "celebrar". Esto refleja su papel de preservadora de las historias y hazañas que merecen ser recordadas y transmitidas a las generaciones futuras.
Clío no es solo una figura mitológica, sino que también ha tenido una influencia duradera en la cultura y en la historia misma. Numerosos escritores, poetas y artistas la han celebrado e invocado en sus obras. Además, su nombre ha sido adoptado en contextos educativos y académicos, con instituciones y premios que llevan su nombre para honrar la excelencia en la escritura histórica y la investigación.
Musas.
En la mitología griega, las musas (en griego antiguo Μοῦσα, μοῦσαι «mousai»; en neogriego Μούσα, Μούσες; en latín Musae [deae]) son diosas de las artes y proclamadoras de héroes. Según los escritores más antiguos están relacionadas con una concepción filosófica acerca de la primacía de la música en el universo. Son las cantoras divinas, cuyos coros e himnos deleitan a Zeus y a los otros dioses. De igual manera presiden el pensamiento en todas sus formas: elocuencia, persuasión, sabiduría, poesía, historia, matemáticas o astronomía.
Las musas tenían muchas advocaciones, dependendiendo del lugar del culto y así se las denominan como apoloides, castálidas, emátides, heliconíades, hipocrénides, mnemónides, moisas, pegásides, piérides o tespíades.
Son hijas de Zeus y de Mnemósine, señora de las colinas de Eleuter («libertad»), compañeras del séquito de Apolo, dios olímpico de la música y patrón de las bellas artes, quien tuvo romances con algunas de ellas, dejando descendientes. Las musas alientan e inspiran a aedos y poetas, con el hechizo de su canto, concediéndoles memoria, creatividad y persuasión en sus palabras y letras.
En la época más arcaica eran las ninfas inspiradoras de las fuentes (cf. camenas), en las cuales eran adoradas. Finalmente, alrededor del siglo VIII-siglo VII a. C., prevaleció en todo el territorio de la Hélade la adoración de las nueve musas, que son Calíope, Clío, Erató, Euterpe, Melpómene, Polimnia, Talía, Terpsícore y Urania.
El culto a las musas era originalmente de Tracia y Beocia, y fueron de vital importancia para el desarrollo artístico en la Antigua Grecia. La distribución más o menos fija, de actividades entre las musas, se encuentra en la Antigüedad solo de manera esporádica; se entendía que cualquiera de ellas podía patrocinar la música, la lírica y demás expresiones artísticas.
Fue a partir del Renacimiento cuando a las musas ya se les adjudicaron atributos individualizados. De todas formas sus atribuciones son variables dependiendo del poeta en ciernes; sólo hay unanimidad para asignar la Astronomía a Urania, la Comedia a Talía y la Historia a Clío. En un escolio se nos dice que «todas escuchan cuando se pronuncia el nombre de una»
Mitología.
En la mitología griega, las nueve musas son diosas de las distintas artes, como la música, la danza y la poesía. Dotadas de maravillosos talentos artísticos, también poseen gran belleza, gracia y encanto. Sus dones de canto, danza y alegría ayudaron a los dioses y a la humanidad a olvidar sus problemas e inspiraron a músicos y escritores a alcanzar cotas artísticas e intelectuales cada vez mayores.
Las musas son las hijas de Zeus y de la titán Mnemosyne (Memoria) después de que durmieran juntos nueve noches consecutivas. Las nueve musas son:
- Calíope, tradicionalmente la más importante (de voz bella y que representa la poesía épica y también la retórica),
- Clío (que glorifica y representa la historia),
- Erato (hermosa y que representa el canto),
- Euterpe (deslumbrante y que representa la poesía lírica),
- Melpómene (que canta y representa la tragedia),
- Polimnia (que canta himnos y representa los himnos a los dioses y a los héroes),
- Terpsícore o Estesícore (que deleita con la danza),
- Talía (que florece y representa la comedia),
- Urania (celestial y que representa la astronomía).
También se asociaron algunos objetos con las musas que ayudan a identificar sus talentos particulares. Calíope suele llevar una tablilla y un estilete, Clío un pergamino, Euterpe un doble aulos (o flauta) y Talía una máscara de teatro.
Se creía que las musas clásicas vivían en el monte Olimpo, donde entretenían a su padre y a los demás dioses olímpicos con su gran arte y sus amplios conocimientos, pero la tradición posterior también las situó en el monte Helicón, en Beocia, donde había un importante centro de culto a las diosas, o en el monte Parnaso, donde el manantial de Castalia era el destino favorito de poetas y artistas. En el monte Olimpo, Apolo Musagetes era, en cierto modo, el jefe del coro de las musas, aunque su vinculación no se limitaba a la música, ya que engendró muchos hijos con su grupo musical. Calíope, la musa de la poesía épica, fue la madre de Orfeo, el maravilloso jugador de lira cuyo padre, según algunos, era el propio Apolo.
Aunque traían festividad y alegría, no se podía desafiar la superioridad de los talentos artísticos de las musas. Las nueve hijas de Pierus tontamente intentaron competir con las musas en términos musicales en el monte Helicón y fueron convertidas en aves por su impertinencia.
El músico tracio Thamyres (hijo de la ninfa Agriope) fue otro de los que desafió a las musas en la música y, luego de quedar en segundo lugar inevitablemente, fue castigado con la ceguera, la pérdida de su talento musical y de su voz para cantar. Este mito también fue objeto de una tragedia de Sófocles. Las musas también actuaron como jueces en otra competición musical, esta vez entre Apolo con su kithara (cítara) y el sátiro Marsyas, que tocaba el aulos (flauta) que le había regalado Atenea. Naturalmente, Apolo ganó y Marsyas fue desollado vivo por sus problemas.
Hesíodo, en su Teogonía, afirmó que habló con las musas en el monte Helicón, y que estas le dieron una frondosa rama de laurel y le insuflaron su voz divina para que pudiera proclamar la gloria de los dioses y sus descendientes. Así, el simple pastor se transformó en uno de los poetas más importantes de la historia. Hesíodo también afirma que las musas fueron creadas como ayuda para el olvido y el alivio de los problemas, quizá como equilibrio de su madre, que personificaba la memoria.
En la antigua Grecia, la música, y por asociación las musas, se tenían en gran estima y la música se tocaba en los hogares, en los teatros, durante las ceremonias religiosas, para acompañar el atletismo, proporcionaba ritmo durante el entrenamiento militar, acompañaba las actividades agrícolas como la cosecha y era un elemento importante en la educación de los niños. Por ejemplo, Temístocles, el gran político y general ateniense, consideraba que su educación estaba incompleta porque no sabía tocar la khitara. En todo el mundo griego antiguo se celebraban festivales y concursos musicales en honor a las musas y las escuelas filosóficas llevaban su nombre: la mouseia.
En el arte, las musas son representadas como bellas jóvenes, a menudo con alas. Las musas suelen aparecer en la cerámica de figuras rojas y negras de los siglos V y IV a. C., en particular en escenas con Apolo tocando su kithara o en representaciones de los mitos de Marsyas y Thamyres. En Delos, importante centro de culto a Apolo, se han encontrado numerosas estatuas de las musas.
Además, en el siglo V a. C., la iconografía de la mujer ideal en el arte griego se acercaba mucho a la de una musa. La música, y por tanto también las musas, aparecen con frecuencia como tema en los lécitos, los elegantes vasos funerarios que se colocaban en las tumbas para que los seres queridos tuvieran el placer de la música en su viaje a la otra vida. Una célebre representación de las musas como grupo son los tres relieves de mármol de la base de una estatua, que datan de c. 325-300 a. C. y que se conservan en el Museo Arqueológico Nacional de Atenas.
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